Porque al Padre agradó que en él habitara toda la
plenitud, y por medio de él reconciliar consigo todas las cosas, así las que
están en la tierra como las que están en los cielos, haciendo la paz mediante la sangre de su cruz.
Epístola a los Colosenses (1:19 y 20)
¿FUE JESÚS EL MESÍAS PROMETIDO?
En este artículo intentaremos probar
en contexto que Jesús, el hombre histórico cuyo ministerio conocemos a través
de los Evangelios, sería verdaderamente el Hijo de Dios, el Mesías prometido que
profetizaron los escritos sagrados del pueblo de Israel.
MESÍAS: Era el
nombre hebreo para el liberador prometido a la Humanidad, papel asumido por
Jesús y otorgado a él por los cristianos. El término se deriva del hebreo
Mashíaj, que significa ungido. En la versión griega de la Biblia
hebrea, la Versión de los Setenta o Septuaginta,
este término se traduce por la palabra Jristos, de la cual se deriva
Cristo. De ahí que el nombre de Jesucristo identifica a Jesús como el
Mesías,... aunque el judaísmo afirma que el Mesías todavía no ha venido.
El concepto de Mesías combina el ideal
hebreo de un rey davídico con la tradición sacerdotal ejemplificada por Moisés.
Sin embargo, el profeta Isaías revela una tercera característica del Mesías, la
del manso y humilde sirviente que sufre (Isaías 11:1-5; Isaías 52:15; y
capítulo 53 completo). En la teología cristiana, Jesús es contemplado como la
realización de los tres conceptos.
En el tiempo en que vivió Jesús, más
que nunca, se esperaba la venida del Mesías, pero se había falseado el
concepto que de él habían dado los profetas. En su gran mayoría, los judíos
contemporáneos de Jesús, esperaban un Mesías que les traería prosperidad, un
gran jefe político que levantaría a la nación.
Las tres concepciones erróneas sobre
el Mesías eran:
- El reino mesiánico sería un período de prosperidad material obtenida sin cansancio ni molestias y en la liberación del dominio extranjero. Los mismos apóstoles no concebían que Jesús hablara de muerte en la cruz para atraer a sí todas las cosas.
- Los rabinos concebían el Mesías futuro como un jefe político, el restaurador de la dinastía davídica.
- La tercera corriente hacía coincidir la venida del Mesías con el fin del mundo. El reino mesiánico se realizaría en la otra vida (visión escatológica).
A pesar de estas concepciones falsas,
había un "pequeño resto" de personas que tenían una idea exacta del
Mesías: El Mesías, sacerdote y víctima al mismo tiempo, sacrificaría su vida
para liberarnos del pecado y para restaurar la amistad entre Dios y los
hombres. En este grupo encontramos a María con su prima Isabel (Lucas 1:41-46),
al viejo Simeón (Lucas 2:30-32), a la profetisa Ana (Lucas 2:38), a Juan el
Bautista (Mateo 3:2-12) y a la secta de los esenios.
¿Declaró
Jesús ser el Mesías prometido?
Jesús proclamó en forma clara su
mesianidad, aunque a causa de estas deformaciones haya usado una táctica
prudente para no despertar demasiado escándalo para demostrarla en público,
tomando el título de "Hijo del Hombre" utilizado por el
profeta Daniel (Dn 7:13-14). Sin embargo acepta el testimonio de Juan Bautista
(Juan 1:29-30), la declara
abiertamente ante la samaritana (Juan 4:25-26) y ante Nicodemo
(Juan 3:13-18). Su mesianidad la apreciamos también en la confesión de fe de
Pedro (Mateo 16:18) y al presentarse ante sus discípulos como el Hijo de Dios: "Nadie
conoce al Padre sino el Hijo" (Mateo 11:27), revelando su íntima unión
con el Padre con el cual se identifica.
En la
mente de los que lo enjuiciaban no había duda de que él estaba afirmando ser el
Mesías.
Un análisis de ese testimonio demuestra que Él afirmó ser: 1) el Hijo de Dios. 2) el que se ha de sentar a la diestra del poder, y
3) el Hijo del Hombre que vendrá en las nubes del cielo. Cada una de estas
afirmaciones es específicamente mesiánica. El efecto acumulativo de los tres es
tan significativo que el Sanedrín captó los tres puntos y el sumo sacerdote
respondió rasgando su vestidura, diciendo: “¿qué
más necesidad tenemos de testigos?” (Mateo 26:65).[1]
Comprendieron
que mediante su declaración Jesús estaba afirmando ser el Mesías, por lo que les quedaba solo dos
alternativas que enfrentar: o sus
afirmaciones eran una blasfemia y por ello merecía la muerte según la Ley de
Moisés, o era su Dios encarnado y debían reconocerlo y postrarse ante Él.
Se decidieron obstinada e incrédulamente por la primera, arrastrando con su
autoridad religiosa al pueblo judío que lo condenó después ante Pilato: “Dícenle todos: sea crucificado… Y
respondiendo todo el pueblo dijo: Su sangre sea sobre nosotros, y sobre
nuestros hijos” (Mateo 27:22-25)[2].
El lenguaje de algunas expresiones
evangélicas sólo se comprende si se tiene esta perspectiva de la divinidad de
Jesús:
- "Y el Verbo era Dios" (Juan 1:1)
- "Yo y el Padre somos una sola cosa" (Juan 10:30)
- "Yo soy la resurrección y la vida" (Juan 11:25).
- "Yo soy la luz del mundo" (Juan 8:12).
- "Yo soy el camino y la verdad y la vida" (Juan 14:6).
- "El que no recoge conmigo, desparrama" (Mateo 12:30).
Cuando cura a los enfermos, etc., obra
directamente por propia virtud: "Quiero, queda limpio" (Mateo 8:3).
Asume también el derecho a perdonar los pecados que es algo que solamente
compete a Dios: "Confía, hijo, tus pecados te son perdonados" (Mateo
9:2). Actúa como Dios cuando la tempestad sacude la barca y amenaza con
hundirla y Jesús despierta ordenando al mar: "¡Calla! ¡Cálmate!" (Marcos
4:39).
Por último, durante toda su vida Jesús
nunca tiene una duda, ni titubea. Pronuncia los juicios más decisivos y
comprometidos sobre los problemas humanos más graves sin que nunca su
inteligencia acuse el mínimo esfuerzo, sin verse obligado a reflexionar antes
de responder, ya que lo que sabe no es en virtud del estudio o del
razonamiento.
¿Pudo Jesús ser un impostor o un iluso?
Si Jesús fue un impostor, solo pudo deberse
a una las las siguientes razones: o se trataba de un mentiroso descarado o bien
de un iluso que creyó sinceramente que era Dios. La primera revelaría un
carácter inmoral y la segunda facultades mentales perturbadas. ¿Pudo haber sido
eso posible en él?

Si recurrimos al testimonio de la
Historia, su juicio es plenamente positivo para Jesús. En primer lugar es la
única figura histórica que ha hecho que ésta se centre en él, ya que
la Historia se divide en a.C. o d.C. (inclusive los historiadores que prefieren
separar el tema religioso de sus investigaciones no pueden evitar hacer alusión
a este acontecimiento al clasificar las eras antes o después de Cristo
como a.e.c. = antes de la era común, y e.c.
= era común). En segundo lugar, es su
doctrina la que ha influenciado definitivamente la conciencia humana a través
de los siglos. Por defenderla han sido infinidad los mártires, por su amor
millones han dejado todo.

Tampoco Jesús es un iluso, lo prueban
su perfecto equilibrio mental y su constitución física, de naturaleza atlética.
Jamás sufrió enfermedad alguna, ni crisis nerviosa. Durante su vida pública y
su pasión demostró su fortaleza física, nunca perdió el equilibrio ni la
serenidad y siempre fue dueño de sus sentidos.
Jesús siempre fue consciente de tener
un fin en la vida, del deber de realizar la misión encomendada por el
Padre: salvar al mundo mediante su pasión y muerte. Jesús no lo olvida
ni un momento. Varias veces el Evangelio nos narra tentativos para hacerle
desistir de su empresa, y cada vez Jesús supera el obstáculo con una afirmación
férrea de su voluntad. El último asalto lo recibió Jesús de su misma
naturaleza durante el episodio de Getsemaní:
"...y comenzó a sentir terror y
abatimiento.” (Marcos, cap.14 vers.33) [4]
Pasado el momento de decaimiento
recobra plenamente el dominio de sí mismo. Si en la vida de Jesús no hubiese
existido este episodio, quizá hubiésemos creído que era un insensible. Sus
sentimientos ante la muerte revelan, por el contrario, la inmensa carga emotiva
de su naturaleza humana.
Jesús une al heroísmo de la voluntad,
una extraordinaria lucidez de ideas; siempre ve lo esencial, lo importante.
Ante todo su inteligencia va unida a un perfecto equilibrio que demuestra tener
especialmente en los momentos de prueba y de triunfo, y en su compasión ante
las miserias ajenas.
A través de la pasión, Jesús demuestra
su dignidad y su entereza; desde el momento de su prendimiento hasta el último
suspiro, ni una palabra, ni un gesto revela en él debilidad ni decaimiento, con
excepción de aquel momento cúlmine en la cruz, cuando el peso de los pecados
del mundo sobre sí lo hicieron sentirse apartado de Dios, ocasión en que
exclamó angustiado: “Elí, Elí, ¿lama sabactani? (que significa: ‘Dios mío,
Dios mío, ¿por qué me has desamparado?’)” (Mateo 27:46) [5].
Tenemos que concluir diciendo que un
impostor o un iluso no actúa como Jesús, y que por lo tanto debe ser lo que
él afirma.
LOS
MILAGROS DE JESÚS
Aunque Jesús, al presentarse al mundo
como el Mesías, se sirvió de la excelencia de su doctrina y de la santidad de
su vida (Juan 8:45), también tuvo que valerse de los milagros[6]: "Aunque
no me creáis a mí, creed en las obras" (Juan 10:38). "Os lo
dije y no creéis. Las obras que yo hago en nombre de mi Padre testifican de mí"
(Juan 10:25-26).
Los milagros que nos narran los evangelios debieron ser en primer lugar
hechos reales desde el momento que aceptamos la historicidad y la autenticidad
de los mismos. La vida de Jesús, sus discursos, la fe de los apóstoles,
el entusiasmo de las muchedumbres, la resistencia de los enemigos, las discusiones
con los fariseos, no se explican sin los milagros.
La historicidad de los milagros la confirma el estilo sobrio y simple
con que están escritos. Ninguna ostentación o exhibición, ningún
indicio de la tendencia oriental a la exageración. Las enfermedades que
cura son las comunes entre los hombres: la lepra, tan frecuente entonces en
Palestina, la ceguera, la parálisis, la hidropesía. Es evidente que los
evangelistas no inventaron casos extraordinarios para resaltar los poderes de
su Maestro. Por todo esto la hipótesis racionalista que rechaza la historia de
los milagros ha sido paulatinamente desmentida.
Por
último, solamente con los milagros podía Jesús probar su divinidad. Los
milagros son señales al alcance de todos. Es tan grande su fuerza que no admiten
excusas en quienes no crean en él. De esta manera habría probado Jesús
ampliamente su afirmación de ser Hijo de Dios. El dominio absoluto que
poseía de las fuerzas de la naturaleza solamente le podía venir de Dios, ya que
el Altísimo no concede su dominio sobre la naturaleza a un impostor. Si lo
concedió a un hombre que se proclamó su Hijo, fue porque era verdaderamente lo
que decía.
En este contexto, el milagro que
supera a todos y que tiene un valor particular, el de probar que Jesús es el
Hijo de Dios, el Mesías, es la resurrección [7].
El mismo
Jesús la puso como demostración oficial de su divinidad: "Destruid
este Templo, y en tres días lo levantaré" (Juan 2:19). "Esta
generación mala y adúltera pide un signo, y no le será dado otro que el signo
del profeta Jonás. De la misma manera que Jonás estuvo tres días en el vientre
del cetáceo, así estará el Hijo del hombre tres días y tres noches en el
corazón de la tierra." (Mateo 12:39-40). La
predicción fue muy clara especialmente para los fariseos que sabían que
ésta sería una de las pruebas para reconocer al Mesías.

Los
evangelios nos dan testimonio de la resurrección de Jesús con la narración
unánime de los hechos: El tercer día después de la muerte el
sepulcro de Jesús estaba vacío y él, vivo, se apareció a María Magdalena, a
varias mujeres piadosas, a Pedro, a los discípulos que se dirigían a Emaús y,
finalmente, a todos los apóstoles reunidos en el cenáculo. De nuevo le vieron
días más tarde, en el mismo lugar, estando también el apóstol Tomás que no
había asistido a la primera aparición; después lo vieron en Galilea y la última
vez en Jerusalén el día de la Ascensión.
Si los
apóstoles no vieron a Jesucristo resucitado, predicando su resurrección mintieron por uno de estos tres motivos: o por
interés material, o por gloria, o por amor. Si podemos excluir estas
tres posibilidades nos será lícito concluir, lógicamente, que su fe en la
resurrección de Jesús solamente se pudo fundar en la realidad de los hechos.
- La primera es muy fácil de excluir, porque esa fe, como ya hemos dicho, no les trajo más que odios, martirio y persecuciones.[8]
- La segunda también porque al reconocer a Jesús como al Mesías, renunciaban a un ideal político que todo el pueblo judío esperaba.
- La tercera, que es la única que hoy en día toman en cuenta los investigadores, no tiene fundamento en el plano histórico. La sencillez misma con que está descrita en los evangelios, es prueba de la ausencia de la fantasía. Si la resurrección de Jesús y sus apariciones fueran producto de la fantasía, éstas no serían tan contadas (sólo seis), su número tendría que ser mucho mayor.
Tampoco se
puede afirmar que la resurrección y las apariciones posteriores se deban a
alucinaciones de los apóstoles. A nivel psicológico, es casi
imposible que una persona en el estado de depresión, de desaliento y de
pesimismo en que estaban los discípulos después de la muerte de Jesús, pueda
sufrir alucinaciones. Para esto es necesario que el sujeto se encuentre en
estado de exaltación y sólo prescindiendo del valor histórico de los
evangelios se podría afirmar que éste era el estado de los apóstoles.
Dentro de las narraciones de la
resurrección de Jesús existen algunas contradicciones aparentes, pero si éstas
se analizan, se llega a la conclusión que las hay sólo en lo accidental, pero no en lo fundamental, que es que Jesús resucitó al tercer día. Lo que varía es
la hora, quienes estaban presentes, al descubrimiento, etc.
Aún mayor
valor que el testimonio de los evangelios, está el del apóstol Pablo, que hacia
el año 55, apenas veinte años después de la muerte de Jesús, escribe a los
Corintios para aclararles algunos errores, entre ellos el de no creer en la
resurrección de los cuerpos. Les hace ver que o se cree en la resurrección de
Cristo, y entonces hay que admitir la de los cuerpos, o se niega ésta y
entonces hay que rechazar también la de Cristo, y acaba por afirmar que si
Cristo no resucitó, la fe de los cristianos es vana y son los más infelices
de los hombres, por poner todas las esperanzas en las promesas de Jesús que
resultan ilusorias si verdaderamente no resucitó de entre los muertos (1Corintios
15:12-19).

Por otro lado, la confirmación sobre
la realidad de la Resurrección se encuentra en la imposibilidad
experimentada por los racionalistas de darnos una explicación admisible de la
fe de los apóstoles, en el supuesto de admitir el milagro escueto y simple.
Las teorías inventadas hoy carecen de valor. Se trató de explicar la
Resurrección como una impostura (Reimarus), como un caso de muerte aparente (Paulus),
como un producto mitológico (Strauss), como una alucinación (Renán), como un
sincretismo (Harnack), etc.
Con su mismo sucederse estas teorías
han demostrado su inconsistencia. Un racionalista ha destruido y refutado la
obra de los otros. Todas las teorías inventadas hasta ahora son hipótesis parciales
fuera del contexto mesiánico. La única explicación posible es que Jesús
resucitó verdaderamente como había predicho.
Jesús
resucitó; mantuvo su promesa. Había dado como prueba de su divinidad
este hecho, un milagro de primer orden de cuya trascendencia no se puede
dudar. Por tanto, si resucitó, es el Hijo de Dios, constituyendo con ello -como afirma Pablo- el fundamento sólido
de la fe cristiana.
SEÑOR DE LA
HISTORIA

¿A qué
Escrituras se refería Jesús?
Como vimos en un artículo anterior
(En el Día internacional del Libro), el pueblo hebreo tenía, y aún conserva,
la Biblia Hebrea, colección de libros escritos en tiempos y lugares diversos,
completa ya en el siglo tercero antes de Jesucristo, cuando fue traducida al
griego por un grupo de sabios alejandrinos (La Versión de los Setenta o Septuaginta).
Aunque cada libro estaba escrito por un autor determinado, los hebreos
atribuían su origen a Dios y los citaban sin distinción con la expresión
general: “dice la Escritura”. Para ellos la Escritura era un libro inspirado, es decir, escrito
por autores humanos bajo el influjo inmediato de Dios que se servía de ellos
para comunicar a los hombres su palabra. Junto a este valor sagrado,
la Biblia era la fuente principal de la historia hebrea, donde estaban
registrados los privilegios excepcionales concedidos por Dios al pueblo
elegido; la historia de los patriarcas, de los reyes, y de los profetas que en
el curso de los siglos habían guiado a Israel al cumplimiento de la misión
confiada por Dios.
Aunque la
Biblia hebrea destaca claramente entre otros textos religiosos de la antigüedad
por la pureza de su monoteísmo y la exquisitez de su moral, otro
aspecto único del Antiguo Testamento es el mesianismo,
la expectativa de un enviado del cielo que vendría a iniciar una nueva época
en las relaciones de Dios con la Humanidad. A través de la Escritura la
personalidad del Mesías se va delineando cada vez más claramente para
permitir que el pueblo elegido lo pueda reconocer en el momento en que
aparezca en el mundo.
¿Cómo
describen al Mesías los profetas?
FAMILIA:
Será un hijo de Adán y vendrá a reparar el pecado de desobediencia que ellos
cometieron en el paraíso terrenal (Génesis 3:15); será descendiente también de
Abraham (Génesis 22:16), de Isaac (Génesis 26:4), de Jacob (Génesis 28:14), de
Judá (Génesis 49:8-10), de David (2ªSamuel 7:11-13).
TIEMPO
EN QUE NACERÁ: Vendrá antes que el cetro de Judá pase a otros pueblos (Génesis 49:8-10),
antes de la destrucción del templo (Ageo 2:7-8). El profeta Daniel lo determina
con precisión, ya que su profecía coincidió con la época de Jesús cuando
la expectativa del Mesías era general (Daniel 9:24-27)[10]. Esto también lo
afirman Flavio Josefo (Guerra Judía, V,13), Suetonio (Vespasiano 4), Tácito
(Historia, V, 13).
LA
MADRE: Nacerá de una virgen (Isaías 7:14).
LUGAR
DE NACIMIENTO: En Belén de Judá (Miqueas 5:2).
EL
PRECURSOR: Juan el Bautista. El Mesías tendrá un precursor (Malaquías 3:1); que
predicará a lo largo de la ribera del Jordán, en la región de Galilea (Isaías 40:3).
SU
VIDA:
- Maestro y profeta (Deuteronomio 18:15).
- Legislador y portador de una nueva alianza entre Dios y los hombres (Isaías 55:3-4).
- Sacerdote y víctima (Isaías 52:15; y capítulo 53 completo). Manso y humilde (Isaías 11:1-5).
- Salvador de la humanidad y piedra de escándalo (Isaías 8:14).
- Sobre él reposará el espíritu del Señor (Isaías 11:2).
- Poderoso en milagros (Isaías 35:4-6).
- Entrará triunfante en Jerusalén (Zacarías 9:9).
PASIÓN
Y MUERTE: Vendido por treinta monedas (Zacarías 11:12); flagelado y escupido en
el rostro (Isaías 50:6); taladradas las manos y el costado (Salmo 21:17-18); le
darán hiel como bebida (Salmo 68:22); burlado (Salmo 21:8-9); sortearán sus
vestidos (Salmo 21:19); su muerte (Daniel, capítulo 9); lo crucificarán
(Zacarías 12:10); su cuerpo no estará sujeto a la corrupción (Salmo 15:9-11);
tendrá un sepulcro glorioso (Isaías 53:9).
PROFECÍAS
DEL REINO: Preanuncian el principio de una nueva alianza entre Dios y el
hombre, reemplazando la antigua entre Dios e Israel (Daniel 9:24-27); comenzará
en Jerusalén (Miqueas 4:2); representará la victoria del monoteísmo (Zacarías 13:2;
Isaías 2:2-4; Miqueas 4:1-5); no se limitará sólo al pueblo hebreo, sino que
será universal (Isaías 11:10; 49:6; Malaquías 1:11); será un reino espiritual
(Salmo 71:7; Isaías 4:2-6; Daniel 7:27); con sacerdotes y maestros por todo el
mundo (Isaías 66:21; Jeremías 3:15); con un sacrificio universal (Malaquías 1:11);
y, por último, aniquilará las potencias adversas (Salmo 2:1-4; Isaías 54:17;
Daniel 2:44).
Durante su vida Jesús
es perfectamente consciente de ser el objeto y realizar las profecías
del Antiguo Testamento. Al leer algunos versículos de Isaías en la
sinagoga de Nazaret, afirma: "Hoy se está cumpliendo ante vosotros esta
escritura" (Lucas 4:21). A los fariseos que rehúsan creer en El, les
dice: "Escudriñad las Escrituras ya que en ellas esperáis tener la vida
eterna; ellas testifican de mí" (Juan 5:39). El evangelista Mateo se
propone en su evangelio demostrar la mesianidad de Jesús basándose en las
profecías del Antiguo Testamento.
Algunos
racionalistas tratan de probar que Jesús se trató de acomodar a las profecías,
pero esto es imposible en cuanto que el cumplimiento de muchas de ellas no
podía depender de ningún modo de su voluntad, como la concepción virginal,
el nacimiento en Belén, la traición por treinta monedas, la crucifixión, la
resurrección, la incredulidad de los judíos y la conversión de los paganos.
Sobre todo, ¿cómo podría un simple hombre obrar milagros para adaptarse
a las profecías?

Jesús no domina
solamente el futuro, también el presente. Lee lo que está en
la mente y en el corazón de los que le rodean. Conoce toda la vida de la
samaritana en los detalles más íntimos (Juan 4:18); sin conocer a Natanael sabe
que es un israelita sincero (Juan 1:47-51); penetra el pensamiento de escribas
y fariseos (Mateo 9:4-7; 12:25-27; Lucas 6:7-8); intuye los pensamientos de
Simón el fariseo que murmura en su corazón contra la pecadora (Lucas 7:39).
CONCLUSIÓN
Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios. A las declaraciones
hechas por Él mismo, cuya vida y obra demuestran que no eran las de un
mentiroso ni un impostor, los milagros físicos obrados en la naturaleza, y a la
resurrección de su cuerpo, viene a unirse el milagro intelectual de las
profecías.
Uno de los más notables historiadores
de Gran Bretaña y decidido oponente al cristianismo organizado, William E.
Lecky, escribió: “Le estaba reservado al
cristianismo presentar un personaje ideal que a través de los cambios de 18
siglos ha inspirado los corazones de los
hombres con un amor apasionado; se ha manifestado capaz de actuar en todas las
edades, las naciones, los temperamentos
y las condiciones; no solo ha sido el más sublime ejemplo de virtud, sino el
más fuerte incentivo para la práctica de ella… El simple resumen de estos tres
cortos años de vida activa ha hecho más para regenerar y suavizar a la
humanidad que todas las discusiones de los filósofos y las exhortaciones de los
moralistas” [11]
En esto, las iglesias
cristianas están sólidamente fundamentadas, por lo que los
judíos de hoy deberían reconsiderar -aunque fuera en un plano netamente
personal- su interpretación histórico-religiosa de la vida y obra de Jesús de
Nazaret, quien como él mismo dijera, no vino para abolir las Escrituras
confiadas por el Creador a sus padres... sino para cumplirlas. Tan sólo hay
un paso para que puedan ser sus seguidores: reconocerlo como el Mesías que
tanto han esperado [12].
En esto tienen más responsabilidad que sus antepasados que lo rechazaron,
debido a la perspectiva histórica que facilita en gran medida la correcta
interpretación de las Escrituras, sobre todo lo expuesto en el Capítulo 53 de
Libro de Isaías y en la profecía de las setenta semanas del Capítulo 9 del
Libro de Daniel, que mencionan de manera explícita los padecimientos y la
muerte del Mesías, respectivamente, las que se cumplieron con exactitud en
Jesús de Nazaret.
Con la exposición de
estos tres últimos artículos, fundamentados en las publicaciones de connotados
investigadores bíblicos, espero haya quedado clara para el estimado lector,
dentro del contexto secular y religioso, la autenticidad histórica del primer
advenimiento del Mesías en la persona de Jesús de Nazaret, así como el imperecedero
valor moral y espiritual de su corto ministerio y el cabal cumplimiento de su
trascendental misión redentora, la que involucraba inequívocamente su muerte y resurrección
tal como fuera profetizada en las Escrituras del Antiguo Testamento y cuya certeza sostuvo ante el martirio y la muerte a miles de cristianos a lo largo de la historia.
Sin embargo, su misión no terminaba ahí. Faltaba todavía evidenciar los frutos de aquél movimiento humano que Él fundó: su Iglesia, la que debía difundir a todas las naciones el Evangelio haciendo nuevos discípulos y demostrar con su forma de vida individual y colectiva que, en un mundo regido por las fuerzas de la oscuridad, era posible vivir con la pureza espiritual con que lo hizo el Mesías, oponiéndose con ello a su destructiva ideología y ser el medio de prueba moral que permitiera a éste la anulación y extirpación definitiva del Adversario del Altísimo y sus huestes, liberando con ello a la Tierra y a sus habitantes del dominio del mal y de su consecuencia, la muerte. Hecho dramático y definitivo que ocurriría con su, también profetizada, segunda venida al final de los tiempos, esta vez en la forma del Mesías glorioso y vencedor como lo esperaba la primera vez, erradamente, el pueblo judío.
Sin embargo tal proceso no sería tan fácil, a pesar incluso de la ayuda de lo Alto y de todo el esfuerzo de los apóstoles y los primeros cristianos. En un próximo artículo revelaremos los esfuerzos realizados por las fuerzas oscuras para destruirla con las más crueles persecuciones, y al no lograrlo, infiltrarla utilizando poderes y agentes humanos corrompidos que terminarían tomando un completo control de su institución. ¿Su objetivo? transformarla en su aliado espiritual para atrapar las conciencias de la Humanidad, como parte de su último y desesperado esfuerzo para sobrevivir al Mesías y concretar sus planes de dominación y permanencia... mediante la conformación de un Nuevo Orden Mundial bajo su tutela.
Sin embargo, su misión no terminaba ahí. Faltaba todavía evidenciar los frutos de aquél movimiento humano que Él fundó: su Iglesia, la que debía difundir a todas las naciones el Evangelio haciendo nuevos discípulos y demostrar con su forma de vida individual y colectiva que, en un mundo regido por las fuerzas de la oscuridad, era posible vivir con la pureza espiritual con que lo hizo el Mesías, oponiéndose con ello a su destructiva ideología y ser el medio de prueba moral que permitiera a éste la anulación y extirpación definitiva del Adversario del Altísimo y sus huestes, liberando con ello a la Tierra y a sus habitantes del dominio del mal y de su consecuencia, la muerte. Hecho dramático y definitivo que ocurriría con su, también profetizada, segunda venida al final de los tiempos, esta vez en la forma del Mesías glorioso y vencedor como lo esperaba la primera vez, erradamente, el pueblo judío.
Sin embargo tal proceso no sería tan fácil, a pesar incluso de la ayuda de lo Alto y de todo el esfuerzo de los apóstoles y los primeros cristianos. En un próximo artículo revelaremos los esfuerzos realizados por las fuerzas oscuras para destruirla con las más crueles persecuciones, y al no lograrlo, infiltrarla utilizando poderes y agentes humanos corrompidos que terminarían tomando un completo control de su institución. ¿Su objetivo? transformarla en su aliado espiritual para atrapar las conciencias de la Humanidad, como parte de su último y desesperado esfuerzo para sobrevivir al Mesías y concretar sus planes de dominación y permanencia... mediante la conformación de un Nuevo Orden Mundial bajo su tutela.
Por
BIBLIOGRAFÍA RECOMENDADA
- La Biblia Latinoamérica, Edición Pastoral Nueva Evangelización, (LXXXV Edición, San Pablo y Editorial Verbo Divino, Madrid, España. © B. Hurault y R. Ricciardi, 1972. Sociedad Bíblica Católica Internacional – Roma).
- McDowell, Josh. 1997. More than a Carpenter (Más que un Carpintero). Tyndale House Publishers, Wheaton, Illinois. Versión en español publicada por Editorial Unilit, Miami, Florida.
- Oursler Fulton, 1955. La Fe más Excelsa. Colección Historia y documentos, Editorial Zig-Zag. Santiago de Chile.
- Sagrada Biblia, versión Reina-Valera 1995, Edición de Estudio, de las Sociedades Bíblicas Unidas.
- White, Ellen G. El es la Salida. Asociación Casa Editora Sudamericana. Reimpresión 1992, Condensación de la obra El Deseado de Todas las Gentes, de la misma autora
ENLACES RECOMENDADOS Del sitio web Y-JESÚS. Los hechos
acerca de Jesús presentado por estudiosos:
VIDEOS RECOMENDADOS:
1. Interesante debate entre un rabino y un judío mesiánico:
1. Interesante debate entre un rabino y un judío mesiánico:
2. Los Hechos de los Apóstoles. Cómo se gestó la iglesia cristiana primitiva en cumplimiento de la misión que le encomendó Jesús a sus discípulos. Película fiel a la narración de Lucas, autor del Evangelio del mismo nombre.
NOTAS
AL FINAL:
[1] El Sanedrín era el consejo
nacional del pueblo judío, que estaba compuesto por los más destacados
dirigentes religiosos de un pueblo culto e intensamente religioso, entre los
cuales estaban incluidos hombres de la talla intelectual de Gamaliel y de su
gran discípulo, Saulo de Tarso. (Anderson, 1910, p.5)
[2] Temeraria decisión de la
turba organizada por el Sanedrín, cuya maldición explícita “caiga su sangre sobre nosotros y sobre nuestros hijos” pesó
dramáticamente sobre ellos y sobre la descendencia judía a lo largo de la
Historia, partiendo por la encarnizada destrucción de Jerusalén por las fuerzas
romanas de Tito el año 70 d.C., continuando sin tregua con la cruel persecución
de su gente diseminada por el mundo occidental durante la Edad Media y el
Renacimiento por la Inquisición e incluso por los reformadores de Lutero, hasta
culminar con el horrible Holocausto Nazi en la Segunda Guerra Mundial,… y quien
sabe qué más todavía, dada la tensa y explosiva situación actual que se observa
en el Medio Oriente.
[3] Philip Shaff, History of the Christian Church (Historia
de la Iglesia Cristiana), Grand Rapids, William B. Eerdmans Publishing Co.
1962. Reimpresión del original publicado en1910, p. 109.

[5] También es posible que aún en ese
supremo momento Jesús haya mantenido su total entereza, ya que otra traducción
de este pasaje sería: “¡Dios mío, Dios mío, para este propósito fui
reservado!”. En efecto, Víctor Paul Wierwille en su libro Poder para
la vida abundante analiza la frase dicha por Jesucristo en los momentos que
va a morir en la Cruz y llega a esta conclusión, fundamentando que Mateo –que
antes de conocer a Jesucristo era cambista y recaudador de tributos- escribió
su relato en arameo. Posteriormente su obra fue traducida al griego,
desapareciendo el original en arameo. Los traductores de la primera traducción
griega, mantuvieron esta frase que está en arameo, la única que existe en dicha
lengua en las traducciones de la Biblia en general. Estas agregan la traducción
incorrecta a su idioma, tal como la hizo el primer traductor griego sin ser
analizadas con base lingüística.
Nos dice este estudioso de la Biblia: La
palabra ELI quiere decir "DIOS MÍO", pero no hay palabra aramea LAMA.
Hay una palabra LMNA. LMNA es siempre un grito de victoria, una declaración de
"para este propósito", o "por esta razón". La raíz de
SABACTANI es SHBK. SHBK quiere decir "reservar", "dejar",
"guardar" o "mantener". (Extractado del sitio web:
http://www.isp2002.co.cl/, perteneciente al Dr. Iván Seperiza Pasquali,
Quilpué, Chile. Inscripción ISBN N°55.377. Copyright©1982-2002 by IVÁN SEPERIZA P.)
[6] Los
milagros de Jesús vendrían a ser la respuesta contundente del Padre que
corrobora la afirmación de aquél de ser su Hijo. Según los teólogos, el
concepto de milagro se compone de cuatro elementos:
- debe ser un hecho sensible, es decir, capaz de ser percibido por los sentidos e instrumentos de investigación científica;
- debe ser superior a las fuerzas conocidas de la naturaleza, de tal modo que éstas sean incapaces absolutamente de realizarlo, o que no puedan realizarlo en aquel modo determinado;
- al superar las fuerzas naturales, el milagro debe proceder de Dios como causa;
- esta intervención de Dios debe tener un fin religioso, como la demostración del carácter sobrenatural de una revelación, o un fin moral como podría ser la demostración de la inocencia de una persona.
- físico, si el hecho supera la capacidad de la naturaleza física, como la curación instantánea de un tuberculoso, la resurrección de un muerto, la multiplicación de los panes;
- intelectual, si la acción supera la capacidad de la inteligencia humana, como el conocimiento del futuro libre, la penetración de los secretos de las conciencias;
- moral, si supera las leyes morales, como una conversión imprevista, el valor de resistir un martirio.
Dios, ser infinito, tiene poder y razones
suficientes para modificar el curso normal de las leyes naturales, pero además debe
tener razones para realizarlos, pues no hace nada que no tenga un fin digno
de Él. Cuando Dios necesita o quiere mandar un mensaje a los hombres se vale de
los milagros para eliminar toda duda de que Él es quien interviene.
[7]
Aconsejamos
al lector revisar nuestro artículo anterior titulado Ha Resucitado, basado en
la declaración de los ángeles a los
discípulos que encontraron la tumba vacía el primer día de la semana: “¿Por qué buscáis entre los muertos al que
vive? No está aquí, sino que ha resucitado.” (Lucas 24:4), y en la famosa
declaración del apóstol Pablo respecto de la resurrección de Jesús como el
fundamento de la fe cristiana: “Y si es
predicado que Cristo ha resucitado de entre los muertos. ¿Cómo dicen entre
vosotros algunos que no hay resurrección de los muertos? Si no hay resurrección
de los muertos tampoco Cristo ha resucitado; y si Cristo no ha resucitado, vana
es también nuestra predicación y vana también vuestra fe... estáis todavía en vuestros
pecados. Y desde luego los que murieron en Cristo también perecieron (…) Pero
la verdad es que Cristo ha resucitado de entre los muertos, primicia de los que
durmieron.” (1° Corintios 15).
[8] De aquellos doce hombres, once
murieron sacrificados por causa de dos convicciones: la
resurrección de Jesús y su fe en Él como el Mesías, el Hijo de Dios. Fueron flagelados, torturados y finalmente enfrentaron la muerte por medio de algunos de los métodos más crueles de la época en que vivieron: Pedro, crucificado boca abajo; Andrés, crucificado; Marco, a espada; Santiago, hijo de Alfeo, crucificado; Felipe, crucificado; Simón, crucificado; Tadeo, asesinado por las flechas enemigas; Santiago, el hermano de Jesús, apedreado; Tomás, con una lanza; Bartolomé, crucificado; Santiago (Jacobo), hijo de Zebedeo, a filo de espada. Solo Juan falleció de muerte natural. (Fuente: McDowell, Josh. 1997. “Más que un Carpintero”. Capítulo 5: ¿Quién moriría por una mentira?)
resurrección de Jesús y su fe en Él como el Mesías, el Hijo de Dios. Fueron flagelados, torturados y finalmente enfrentaron la muerte por medio de algunos de los métodos más crueles de la época en que vivieron: Pedro, crucificado boca abajo; Andrés, crucificado; Marco, a espada; Santiago, hijo de Alfeo, crucificado; Felipe, crucificado; Simón, crucificado; Tadeo, asesinado por las flechas enemigas; Santiago, el hermano de Jesús, apedreado; Tomás, con una lanza; Bartolomé, crucificado; Santiago (Jacobo), hijo de Zebedeo, a filo de espada. Solo Juan falleció de muerte natural. (Fuente: McDowell, Josh. 1997. “Más que un Carpintero”. Capítulo 5: ¿Quién moriría por una mentira?)
[9] El historiador Philip Schaff
(ya citado en la nota 3) declara; “La
conversión de Pablo no solo marca un momento decisivo en su historia personal,
sino también una época importante en la historia de la iglesia apostólica, y
consecuentemente en la historia de la humanidad. Fue el evento más fructífero
después del milagro de Pentecostés, y aseguró la victoria universal del
cristianismo”. Sin embargo, muchos son los estudiosos de la Biblia a lo
largo de los siglos (como Tomás de Aquino, Teresa de Ávila, Blaise Pascal y
Carl Gustav Jung, entre muchos otros) que han cuestionado la calidad de Pablo
como apóstol de Jesucristo o han puesto en duda la autoridad de sus epístolas
–no obstante formar éstas parte importante del Nuevo Testamento y tener un
papel protagónico en la formación de la iglesia primitiva- debido a aparentes
contradicciones lógicas con los evangelios, a doctrinas muy duras consideradas
a simple vista machistas, fundamentalistas o judaizantes, o porque casi no cita
en sus epístolas las palabras de su Maestro (ver los sitios web www.metalog.org/p_pablo1.html. y www.metalog.org/p_pablo2.html La Paradoja de
Pablo).
Habiendo analizado concienzudamente dichos sitios y comprobado que los argumentos expuestos por sus muchos detractores no tomaban debidamente en cuenta el contexto global de los escritos bíblicos, al hecho misterioso de la conservación intacta de éstos hasta hoy durante siglos difíciles a partir de su conformación definitiva el siglo II d.C. (actualmente es el best seller mundial), y fiel a su tesis de tomarla como base de investigación válida -incluyendo las epístolas de Pablo-, el autor responde con la misma Biblia, contraponiendo a dicho desprestigio las palabras de otro apóstol, Pedro, cuya autoridad como tal y la de sus escritos no han sido puestos en duda: “Y tened entendido que la paciencia de nuestro Señor es para salvación, como también nuestro amado hermano Pablo, según la sabiduría que le ha sido dada, os ha escrito en casi todas sus epístolas, hablando en ellas de estas cosas; entre las cuales hay algunas difíciles de entender, los cuales los indoctos e inconstantes tuercen (como también las otras Escrituras) para su propia perdición. Así que vosotros, amados, sabiéndolo de antemano, guardaos, no sea que arrastrados por el error de los inicuos caigáis de vuestra firmeza.” (2° Pedro, cap.2 vers.15 al 17). Nótese cómo Pedro coloca en un mismo plano las epístolas de Pablo y las escrituras del Antiguo Testamento (“las otras Escrituras”), inspirado tal vez por la Sabiduría Superior que preveía una interpretación confusa de sus escritos en el futuro. Por ello, tomando en cuenta los importantes aportes de Pablo en el contexto de lo que exponemos en el presente artículo, saque el lector al final sus propias conclusiones.
[10] Esta
es la extraordinaria profecía conocida por los investigadores bíblicos como “la
profecía de las setenta semanas”,
ya detallada en una de las notas al final del artículo anterior.
[11]
William E. Lecky, History of EuropeanMorals from Augustus to Carlomagno (Historia de
las Morales Europeas desde Augusto a Carlomagno), Nueva York D. Appleton and
Co., 1903, Vol.2, pp. 8, 9.
[12] Además de los judíos convertidos en Jerusalén
en el siglo I que formaron la primera comunidad cristiana primitiva, en la
actualidad los judíos mesiánicos -una
secta poco
conocida del judaísmo- son un buen ejemplo de conversión judía al interpretar correctamente las Escrituras en lo que respecta al Mesías. Propiamente dicho, un judío mesiánico es un miembro de la religión judaica que, contrario a lo que cree la religión judaica o Judaísmo, considera que el Jesús histórico no es solamente un personaje histórico, sino que en efecto es el Mesías prometido a los judíos en el Antiguo Testamento. Surgieron como tales en el siglo XIX en Londres como un movimiento judío-cristiano y paralelamente en Hungría, mientras que en 1915 se organizó en EE.UU., y en 1925 a nivel internacional. Para la década de 1960 se renovó en este último país con el nombre de judaísmo mesiánico. Aunque aceptan a Jesús como el Mesías -el enviado o ungido de Dios- no se consideran un movimiento cristiano porque que nunca vino a fundar una nueva religión, ya que afirman que Y'shua (Jesús) vino a los corderos de la casa de Israel. Sin embargo un judío mesiánico puede ser considerado un cristiano, ya que este término identifica a aquel que sigue las enseñanzas de Cristo y que idealmente las aplica en su vida. Si un miembro del pueblo judío hace a Jesús su Dios, su Señor y su Salvador, ese judío es un judío cristiano que considera a Jesús como su Mesías. No obstante mantienen en gran parte sus ritos judíos, así como su cultura, costumbres y creencias, celebran el Shabbat (el sábado, el día sagrado) y la Pascua como el símbolo de la resurrección de Cristo precisamente porque ocurrió durante esa celebración judía. (Fuente: Julio García, BBC Mundo, 7 de abril de 2012).
conocida del judaísmo- son un buen ejemplo de conversión judía al interpretar correctamente las Escrituras en lo que respecta al Mesías. Propiamente dicho, un judío mesiánico es un miembro de la religión judaica que, contrario a lo que cree la religión judaica o Judaísmo, considera que el Jesús histórico no es solamente un personaje histórico, sino que en efecto es el Mesías prometido a los judíos en el Antiguo Testamento. Surgieron como tales en el siglo XIX en Londres como un movimiento judío-cristiano y paralelamente en Hungría, mientras que en 1915 se organizó en EE.UU., y en 1925 a nivel internacional. Para la década de 1960 se renovó en este último país con el nombre de judaísmo mesiánico. Aunque aceptan a Jesús como el Mesías -el enviado o ungido de Dios- no se consideran un movimiento cristiano porque que nunca vino a fundar una nueva religión, ya que afirman que Y'shua (Jesús) vino a los corderos de la casa de Israel. Sin embargo un judío mesiánico puede ser considerado un cristiano, ya que este término identifica a aquel que sigue las enseñanzas de Cristo y que idealmente las aplica en su vida. Si un miembro del pueblo judío hace a Jesús su Dios, su Señor y su Salvador, ese judío es un judío cristiano que considera a Jesús como su Mesías. No obstante mantienen en gran parte sus ritos judíos, así como su cultura, costumbres y creencias, celebran el Shabbat (el sábado, el día sagrado) y la Pascua como el símbolo de la resurrección de Cristo precisamente porque ocurrió durante esa celebración judía. (Fuente: Julio García, BBC Mundo, 7 de abril de 2012).
_________________________________________________________________________
OBSERVACIÓN: Esta serie de artículos están basados o forman parte del libro escrito recientemente por el autor, denominado “Fenómalos – La Quinta Esencia”, publicado por Editorial Trafford (ISBN 1-4251-1232-3, por Trafford Publishing, Canada). Las imágenes y videos han sido tomadas directamente de la web, y sólo para efectos de ilustración del texto. De haber alguna de ellos con derechos de autor agradeceré comunicármelo para retirarlas de esta entrada.
Compártalo entre contactos y amigos
Consiga un ejemplar original del libro a través del sitio de Trafford Publishing, a través de Amazon.com, y también a través de Buscalibros.cl (Chile).
El lector podrá hacer llegar sus consultas y/o comentarios al correo electrónico del autor: fenomalos@gmail.com, como también hacerse seguidor nuestro en Twitter y miembro de la comunidad Facebook "Fenómalos La Quinta Esencia".
Si desea obtener una versión impresa de este artículo, bájelo desde: