Y tuvo un sueño: Vio una escalera que estaba
apoyada en tierra, y su extremo tocaba en el cielo. Ángeles de Dios subían y
descendían por ella.
Génesis 28:12
De cierto de cierto os digo: Desde ahora veréis el cielo
abierto y a los ángeles de Dios subiendo y bajando sobre el Hijo del hombre.
Evangelio según San Juan 1:51
INTRODUCCIÓN
El mundo cristiano[i] identifica al Mesías bíblico con la persona de Jesús de Nazaret. Los primeros cristianos al referirse a Jesús empleaban Cristo por considerarle el libertador prometido de Israel. El título de Cristo deriva de la palabra griega Jristós, a su vez una traducción del hebreo Mashíaj (Mesías). Significan el Ungido, el Hijo del Dios Viviente, el Salvador. Más adelante, la Iglesia[ii] lo incorporó a su nombre, quedando como Jesucristo (“Jesús el Mesías”), para designarle como redentor de toda la humanidad.
Con
la proclamación del Evangelio[iii],
Jesús llegó a ser el personaje más gravitante de la historia secular y
religiosa del mundo occidental, al punto que, aparte de constituir el
fundamento de todas las variantes del cristianismo y que el calendario
actualmente vigente en casi todo el mundo civilizado divida la historia humana en
dos grandes periodos: a.C. (antes de Cristo) y d.C. (después de Cristo), su
influencia se ha dejado sentir con gran
peso en las artes (arquitectura, música, pintura, literatura, teatro, cine,
etc.), en los acontecimientos históricos, en las constituciones políticas de
importantes naciones occidentales y en la vida de millones de personas que
estuvieron incluso dispuestas a morir por él.
Pero,
¿existió realmente Jesús de Nazaret? Y si así
fue, ¿fue el Mesías prefigurado por el ritual
judío y anunciado en las profecías de sus escritos sagrados?
Dado
lo extenso de este tema y la riqueza de sus múltiples matices históricos,
religiosos y filosóficos, en esta
primera entrada intentaremos mostrar cómo, actualmente, la existencia
histórica de Jesús -y de los evangelios que narran su ministerio- se encuentra
apoyada en valiosos documentos de historiadores, creyentes y no creyentes, tanto
de su época como de los siglos posteriores, de los cuales citaremos varios,
complementando nuestra exposición con los argumentos y conclusiones de eruditos
actuales y algunos descubrimientos recientes en el plano arqueológico. En
conjunto, espero que sus diferentes enfoques permitan demostrar con solidez la
autenticidad histórica buscada.
En una
segunda entrada presentaremos una visión sinóptica del
ministerio de Jesús, así como los argumentos que fundamentan su anunciada segunda
venida a la Tierra, para que el lector tenga una reseña de su obra que permita
establecer una base de entendimiento respecto de lo que expondremos en una tercera entrada, en la que se
presentarán argumentos sólidos para intentar demostrar que Jesús de Nazaret fue
efectivamente el Mesías que profetizaron los escritos sagrados del pueblo
de Israel.
Las tres
entradas en conjunto, tienen como objetivo central
entregar al lector el conocimiento intelectual necesario y suficiente para comprender
el punto clave dentro de la tesis expuesta en el libro Fenómalos - La Quinta Esencia y en este blog: “Sólo con la existencia real del
Mesías bíblico la historia humana, pasada, presente y futura, tiene sentido,
razón… y destino.”
PRIMERA PARTE: REALIDAD HISTÓRICA DE JESÚS
Jesús de Nazaret (6 - 7 a.C. - 30 d. C.). El nombre de Jesús se deriva de la
palabra hebrea Joshua, que completa es Yehoshuah (es decir “Yahvé
es salvación”).
Durante el Siglo XIX, algunos
exégetas bíblicos dudaban de la existencia histórica de Jesús debido a la
escasez de material adicional de otras fuentes que no fueran los Evangelios, y
por la naturaleza teológica de los relatos bíblicos. En efecto, la tendencia
del Nuevo Testamento a proclamar el significado de los acontecimientos sin
presentar la versión del narrador sobre los propios hechos, siempre ha dado
lugar a la disensión entre quienes se dedican a la investigación histórica.
A
pesar de ello, los que han negado la existencia histórica de Jesús han sido muy
pocos: Dupuis, Bauer, Couchoud, Drews, a los que se les puede añadir
como epílogo tardío la historiografía soviética. Pero el problema hoy a nivel
científico es implanteable. A este propósito dice Bultmann, la personalidad más
prestigiosa (aunque no ciertamente la más optimista) en la cuestión del Jesús
histórico: “La impugnación de la existencia de Jesús carece de fundamento y
no se merece una palabra de refutación. Es completamente evidente que él está
al origen del movimiento histórico, cuyo primer estadio tangible está
representado por la comunidad cristiana primitiva palestinense.” Lo
corrobora un discípulo suyo (Bornkamm) con estas palabras: “En la antigüedad,
ningún adversario del cristianismo, por obstinado que fuera, tuvo la idea de
poner en duda la historicidad de Jesús”.
El
Dr. Michael Grant de Cambridge ha escrito, “Para
resumir, los métodos críticos modernos no soportan la teoría del Cristo-mito.
Una y otra vez ha sido contestado y descartado por eruditos de primera.
En años recientes no hay ningún erudito serio que se atrevería a postular la no
historicidad de Jesús.” (Michael Grant, Jesus [London: Rigel,
2004], 200).
Por
lo anterior, basándose, además del Nuevo Testamento, en las obras de los
escritores cristianos posteriores, en la de varios historiadores romanos y
judíos, así como en importantes descubrimientos arqueológicos, los eruditos actuales consideran auténtica
la existencia histórica de Jesús de Nazaret.
Existen
pues, como veremos a continuación, numerosos documentos y estudios de valor
excepcional para probarla:
Fuentes romanas:
Publio
Cornelio Tácito, considerado el mayor historiador de Roma y
discípulo de Plinio El Viejo, dedicó a Jesús una página en sus Annales
(año 115 d.C.), obra que cuenta la historia de Roma desde los siglos 14 al 68
d.C. En uno de los volúmenes que se han
conservado (15,44), Tácito describe cómo el emperador Nerón culpa a los cristianos
del incendio de Roma ocurrido el año 64 d.C., en momentos que se rumoreaba que
el pueblo lo indicaba a él como el autor del siniestro: “Para acallar el
rumor, Nerón creó chivos expiatorios y sometió a las torturas más refinadas a
aquellos que el vulgo llamaba cristianos, odiados por sus abominables crímenes.
Su nombre proviene de Cristo, quien bajo el reinado de Tiberio, fue ejecutado
por el procurador Poncio Pilato. Sofocada momentáneamente, la nociva
superstición se extendió de nuevo no sólo en Judea, la tierra que originó este
mal, sino también en la ciudad de Roma, donde convergen y se cultivan
fervorosamente prácticas horrendas y vergonzozas de todas clases y de todas
partes del mundo” (Annales, libro XV,
44). Tácito hace una más amplia referencia al cristianismo en un fragmento de
sus Historias, en relación con el
incendio del templo de Jerusalén el año 70 d.C., preservado por Sulpicio Severo
(Crón. II. 30.6.).
Cayo
Suetonio,
historiador de los césares desde Augusto hasta Domiciano, escritor de los
anales de la Casa Imperial, en su obra compuesta entre los años 110 y 120 d.C.
alude dos veces a los cristianos: en la primera dice que el emperador Claudio "expulsó
de Roma a los judíos en continua agitación a causa de Chrestus [Cristo]” (Vida de Claudio 25,4) y en la segunda
escribió; “El castigo ordenado por Nerón
recayó sobre los cristianos, una clase de hombres entregados a una superstición
nueva y perjudicial” (Vida de los Césares, 26.2)
Plinio el
Joven,
hacia el 112 d.C., gobernador de Bitinia (Asia Menor), en una carta al
emperador Trajano (Epístola 10,96) escribe que los cristianos "tienen
por costumbre reunirse un día determinado, al amanecer, para alabar a Cristo a
quien consideran su Dios."
Fuentes judías:
Son
escasas, debido a la conjura de silencio y de desprestigio que levantaron los
judíos hacia a la figura de Jesús, aunque nunca ponen en duda su realidad
histórica.
Aunque
algunos expertos han opinado que todo o parte de este texto puede ser un
añadido posterior al historiador judío[v],
la mayor parte considera auténtico el texto que sigue a continuación, que
dataría la muerte de Jacobo, el “hermano” de Jesús, en el año 62 d.C.: “Ananías
era un saduceo sin alma. Convocó astutamente al Sanedrín en el momento
propicio. El procurador Festo había fallecido. El sucesor, Albino, todavía no
había tomado posesión. Hizo que el Sanedrín juzgase al hermano de Jesús, Jacobo
y a algunos otros. Los acusó de haber trasgredido la ley y los entregó para que
fueran apedreados.” (Antigüedades
de los Judíos, XX, ix, 1). [vi]
El Talmud
se refiere a Jesús con el título de “Ben Pandera” y “Jesús Ben Pandera” .
Muchos eruditos dicen que “pandera” es un juego de palabras, un uso que
ridiculiza la palabra griega “parthenos”, que significa “virgen”, llamándole
así “hijo de una virgen”. José Klausner, un judío, dice que “el nacimiento ilegítimo de Jesús era una
idea corriente entre los judíos…”
Los
comentarios en La Baraila son de
gran valor histórico: “en la víspera de
la Pascua colgaron a Yeshu (de Nazaret) y el heraldo estuvo yendo delante de él
durante cuarenta días diciendo que (Yeshu de Nazaret) debía ser apedreado por
haber practicado la hechicería y haber engañado y descaminado a Israel. Que
todo el que tuviera algo que decir en su defensa acudiera para alegar en su
favor. Pero no se encontró a nadie que lo defendiera y lo colgaron en la
víspera de la Pascua” (Babilonia Sanhedrín 43a).- “Víspera de la Pascua.”
El Amoa
‘Ulla’
dice: “¿Y suponen ustedes que para (Yeshu
de Nazaret) había algún derecho de apelación? Era un seductor, y el Misericordioso
había dicho: ‘No lo perdonarás ni lo ocultarás’ Con Yeshu fue diferente, pues
estaba próximo a la autoridad civil”. (Ulla fue un discípulo de R.
Youchanan y vivió en Palestina a fines del tercer siglo)
Fuentes cristianas:
- Los documentos están organizados según un criterio teológico, y no desde una perspectiva cronológica. Los evangelios están situados en primer lugar porque relatan la historia de Jesús, aunque fueron escritos entre el 70 y el 90 d.C., hasta unos 60 años después de su muerte. Hechos de los Apóstoles data también de esta época. Sin embargo, las epístolas de Pablo son anteriores y han sido situadas en la década entre el 50 y el 60 d.C., ya que fueron compuestas en el transcurso de la obra misionera de Pablo. Los demás libros, que pueden datarse entre el 90 y el 150 d.C., reflejan la situación de la Iglesia en el periodo post-apostólico.
- Los documentos no demuestran demasiado interés en la historia como proceso cronológico, en parte porque sus autores creían en la inminencia del final de los tiempos.
- El Nuevo Testamento no es un solo libro, sino un compendio eclesiástico, conservado con el propósito específico de emplearse para el culto, la predicación, la enseñanza y la polémica.
- Todos los documentos fueron escritos por defensores de la fe cristiana con el objeto de proclamar e instruir en la fe; en consecuencia, aunque contienen referencias históricas, no constituyen informes históricos.
Por
lo tanto, no se puede confiar en la fiabilidad histórica de los escritos del
Nuevo Testamento de por sí, sino que es preciso investigarlos a fondo, que es
lo que han venido haciendo los eruditos
con gran dedicación por más de dos siglos. En los últimos sesenta años, con la
puesta a punto de un nuevo método, denominado método de la historia de las
formas, la investigación del contenido de los evangelios ha ido adquiriendo
dimensiones impresionantes, como veremos a continuación.
a) El material preevangélico: Los Evangelios Sinópticos fueron escritos cuarenta años después de la muerte de
Jesús. El examen interno de los Evangelios nos da como fecha de composición de
los Sinópticos el año 70 d.C. aproximadamente; y Juan hacia finales del siglo
I, y el lugar de composición de los cuatro como sigue: Mateo: Palestina; Marcos:
Roma; Lucas: Roma; Juan: Efeso.
- Mateo: discípulo de Jesús, su fuente principal es su experiencia personal, el contacto directo con él.
- Marcos: discípulo de Pedro, transmite los hechos y dichos de Pedro con particular vivacidad y precisión, aunque también se apoya en la tradición de la iglesia primitiva.
- Lucas: compañero de Pablo, investiga con cuidado las fuentes preexistentes a su narración, especialmente lo que se refiere a la infancia de Jesús.
- Juan: discípulo de Jesús, elabora un evangelio muy espiritual basado en la meditación profunda de sus experiencias al lado del Maestro.
Pero
los evangelistas no escribieron su relato reconstruyendo directamente con la
ayuda de su memoria y de eventuales fuentes, como se pensaba antes. La
crítica literaria ha podido esclarecer ya con certeza que los evangelistas
utilizaron un material preexistente. Este material está formado por
multitud de pequeñas unidades (formas), de naturaleza y amplitud
variada, que eran transmitidas oralmente por las iglesias de los primeros
decenios. Así la Iglesia de los orígenes cumple el cometido de transmitir en la
predicación y en la catequésis los hechos y dichos de Jesús. La
transmisión oral era el sistema común de aquel tiempo para la difusión de la
cultura y respondía a la necesidad de memorizar que tenía la gente y las
escuelas. El contenido de pensamiento no se transmitía libremente ni se
repetía según el sentido, sino que era esculpido en fórmulas fijas, estables e
inalterables.
Según
las últimas investigaciones, durante la primera mitad del Siglo I a.C.,
utilizando estas fuentes orales, se habrían compilado por escrito los dichos de Jesús, circulando entre las
comunidades cristianas de la época. A esta fuente habrían tenido
acceso los evangelistas Mateo y Lucas, incorporándola a sus propias versiones
del Evangelio. Prueba de ello es el descubrimiento de la biblioteca
copto-gnóstica de Nag Hammadi, en Egipto en 1945, manuscritos entre los cuales
se hallaba una colección de los dichos de Jesús llamada El Evangelio Según Tomás, considerado apócrifo, pero que al
compararlo con los evangelios de Mateo y Lucas, ha permitido establecer la
evidencia. Burton L. Mack, en su libro El
Evangelio Perdido: El Documento Q. (Ediciones Martínez Roca, 1994, Barcelona,
España), expone el proceso llevado a cabo para el descubrimiento de este “Evangelio
de Dichos” y lo da a conocer, junto con su interpretación particular acerca de
las implicancias religiosas y sociales de tal descubrimiento.
Con todo, los estudiosos han
concluido que la tradición oral y escrita cristiana no tuvo un interés
historiográfico, sino kerigmático (kerigma significa proclamación):
La
Iglesia apostólica se pone en movimiento para anunciar su fe en el Mesías, no
para lograr un archivo histórico de Jesús. Propaga la fe e invita al
seguimiento. Por eso, los hechos y palabras ofrecen mayor seguridad
histórica, aunque los datos cronológicos y topográficos no ofrecen gran
fiabilidad.
b) Los
evangelios: Si la tradición oral
proporciona material para la compilación de los evangelios, es claro que las
características de aquella pasarán a éstos. Y los evangelios serán, por ello,
anuncio kerigmático de la fe pascual en Jesús, creído como Señor, Mesías e Hijo
de Dios. Los evangelios no miran con los ojos distantes del historiador, sino con
los ojos de la fe que se abrieron inesperadamente en la comunidad
apostólica bajo la experiencia de la resurrección y de pentecostés.
Esta luz que los ha alcanzado es tan clara, que la reconstrucción del período prepascual corre el riesgo de ser excesivamente magnificada: los rasgos del Jesús terreno, por ejemplo. Pero es preciso reconocer honestamente que el riesgo ha sido contenido y que la luz de la pascua no ha ahogado en su claridad la vida del profeta de Nazaret, ni ha forzado o roto los límites de su existencia terrena, transformándola en una antesala de la gloria pascual. El género literario evangelio es único y típico en su equilibrada combinación de historia y de fe, de narración y de mensaje, de Jesús histórico y de Cristo kerigmático.
Esta luz que los ha alcanzado es tan clara, que la reconstrucción del período prepascual corre el riesgo de ser excesivamente magnificada: los rasgos del Jesús terreno, por ejemplo. Pero es preciso reconocer honestamente que el riesgo ha sido contenido y que la luz de la pascua no ha ahogado en su claridad la vida del profeta de Nazaret, ni ha forzado o roto los límites de su existencia terrena, transformándola en una antesala de la gloria pascual. El género literario evangelio es único y típico en su equilibrada combinación de historia y de fe, de narración y de mensaje, de Jesús histórico y de Cristo kerigmático.
c) Criterios de autenticidad
histórica:
Existe
un cierto número de ellos, de diversa fuerza probativa. Mientras que algunos no
llegan más que a crear una confianza global en el conjunto del material
evangélico, otros son capaces de proporcionar una verdadera certeza histórica.
Cuando, aplicados varios criterios a la vez, llegan a resultados convergentes,
la seguridad de encontrarse frente un dato histórico sólido se potencia
proporcionalmente.
- Criterio del testimonio múltiple. Debe considerarse auténtico el dato que nos es atestiguado por todas las fuentes, sobre todo si éstas son literariamente independientes. Ej.: El comportamiento de Jesús con los pecadores.
- Criterio de la diferencia (o la discontinuidad). Se puede considerar auténticamente de Jesús un dato que no puede derivarse ni del ambiente judaico ni de la comunidad primitiva. Ej.: La designación de Dios como Abbá.
- Criterio de la coherencia (de la continuidad). Se puede considerar auténtico aquel dato que es coherente, conforma al cuadro ambiental de la época en que vivió Jesús tal como nos lo describen las fuentes profanas (geografía, arqueología, historiografía). La situación social, religiosa y política de aquel preciso período es reconstruible, con notable precisión de particulares, mediante las fuentes históricas corrientes. Es claro que si los datos evangélicos corresponden a ella, no pueden menos de ser considerados auténticos.
- Criterios derivados: a) Criterio de explicación necesaria. Dado que Jesús ha muerto en la cruz, algún problema tuvo que tener con las autoridades. b) El estilo de Jesús. Ya adquirido, se aplica a nuevos datos. Ej.: si tenemos 15 textos de Jesús sobre el tema del perdón y descubrimos otro sobre este tema, y vemos que tiene el mismo estilo, podemos concluir que es de Jesús.
- Los criterios mixtos: a) Inteligibilidad interna del relato: Ej.: En los relatos de la condena de Jesús los cuatro evangelios narran el proceso religioso y cómo, para condenarlo, los jefes lo llevan a Pilato, cambiando el proceso religioso por el político. b) Interpretación diversa, acuerdo en el fondo. Por supuesto que los Evangelios presentan variantes entre ellos, pero éstas nunca tocan la parte esencial, además que permiten una complementariedad debido a diferentes enfoques de los narradores o a situaciones distintas que dan mayor luz al mensaje de fondo.
El arqueólogo William Ramsey que en un principio dudaba tanto de la autoría como de la fecha del Evangelio de Lucas, después de realizar una investigación exhaustiva admitió que, “Lucas es un historiador de primer nivel… Este autor se debe considerar entre los más grandes historiadores… La historia de Lucas no tiene par en cuanto a su confiabilidad”.
Por
lo tanto, después de un verdadero despliegue de erudición en el estudio del
material evangélico, sin precedentes ni paralelos en otros campos, podemos
llegar a una conclusión general que recibe confirmaciones cada vez más sólidas:
el material recogido en los evangelios goza de la confianza global del
historiador.
Pero
aún queda la pregunta: ¿Qué prueba
adicional a los escritos del Nuevo Testamento nos pueden atestiguar su
autenticidad histórica como documentos de la Iglesia primitiva?
Sabemos
que los autores de los Evangelios son Mateo, Marcos, Lucas y Juan porque
existen cerca de 4.000 códices griegos y traducciones latinas, coptas y
siríacas de los siglos IV al IX que atestiguan esto. Además están los
testimonios de algunos escritores y de los llamados Padres de la Iglesia, que durante el siglo II pudieron informarse
de los autores de los Evangelios. Entre ellos están:
- Talo, el historiador samaritano, quien escribió el año 52 a.C., es uno de los primeros historiadores gentiles que menciona a Cristo. Sin embargo sus escritos han desaparecido y tenemos conocimiento de ellos a través de fragmentos citados por otros escritores, como por ejemplo Julio Africano, escritor cristiano de alrededor de 221 d.C. que lo menciona: “Talo, en el tercer libro de sus historias, explica esta oscuridad como un eclipse de sol, -sin razón alguna, según me parece’ (por supuesto que sin razón, pues un eclipse solar no tendría lugar durante el tiempo de la luna llena, y fue durante la luna llena pascual que murió Cristo)”. Por esta referencia a Talo podemos conocer que el relato del evangelio acerca de la oscuridad que cayó sobre la tierra durante la crucifixión de Jesús era un hecho bien conocido y requería de una explicación natural para aquellos no creyentes que la presenciaron.
- Papías, obispo de Hierápolis de Frigia, quien hacia el 125 d.C. nos atestigua a través de "Juan el Presbítero", discípulo de Juan Evangelista, que Marcos era intérprete de Pedro; y que Mateo, discípulo del Señor, escribió en arameo sobre las cosas hechas y dichas por Jesús. Este testimonio lo recogió más tarde el historiador Eusebio de Cesárea.
- Justino Mártir, alrededor del año 150 d.C., presentando su Defensa del Cristianismo ante el emperador Antonino Pío, le hizo mención del informe de Pilato, el que Justino suponía debía estar preservado en los archivos imperiales. Las palabras “horadaron mis manos y mis pies” dice él, “es una descripción de los clavos que clavaron en sus manos y en sus pies sobre la cruz; y después que fue crucificado, los que le crucificaron echaron suertes sobre sus vestiduras, y las dividieron entre ellos; y usted puede informarse de que estas cosas fueron así en las ‘Actas’ que fueron levantadas en tiempos de Poncio Pilato.” Más tarde dice; “Fácilmente usted puede convencerse de que él hizo estos milagros a través de las ‘Actas’ de Poncio Pilato.” (Apología 1:48)
- San Ireneo (170 d.C.), obispo de Lión (Galias), discípulo de Policarpo, a su vez, discípulo de Juan el Evangelista, quien nos dice que Mateo escribe cuando Pedro y Pablo evangelizaban Roma, hacia el 50, en lengua hebrea; Marcos transmite la predicación de Pedro, hacia el 65; Lucas, colaborador de Pablo, escribe el evangelio enseñado por éste a los gentiles entre los años 67 y 70; Juan escribe en Éfeso hacia fines del siglo primero.
- Clemente Alejandrino, hacia el 200 d.C., quien habla de los cuatro evangelios y conoce una tradición sobre ellos.
- Orígenes (185-255 d.C.), en Egipto, nombra a los cuatro evangelistas y el orden en que escribieron.
- Tertuliano, en Africa, afirma que los cuatro evangelistas tienen la misma autoridad (160- 223 d.C.).
Por otro lado, el enorme número de códices y el breve período que separa la composición de los evangelios de las primeras referencias a sus autores, coloca la autenticidad evangélica en una situación privilegiada respecto a la historiografía antigua. Ejemplos:
- Evangelios Sinópticos, Papías: 55 años después
- Herodoto Aristóteles: 100 años después
- Cicerón: 800 años después
- Tucídides Cicerón: 300 años después
- "Comentarios" de Julio César Plutarco: 159 años después
- "Anales" de Tácito Suetonio: 200 años después.
Con
todo lo anterior, la integridad de los Evangelios se puede considerar
firmemente probada y también está en
ventaja respecto a la de algunos autores de la antigüedad clásica.
En efecto, los códices completos antiguos, el Vaticano y el Sinaítico (s. IV),
distan del texto original sólo 300 años. Existen además otros 4.000
códices de los siglos IV y IX, sin contar descubrimientos recientes como los rollos
del Mar Muerto[viii].
Por el contrario, entre la redacción de Sófocles, Esquilo, Aristófanes,
Tucídides y el primer códice que existe de ellos transcurren 1.400 años.
El
especialista crítico John A. T. Robinson ha admitido que, “La abundancia de manuscritos, y sobre todo, el pequeño lapso de tiempo
entre los escritos y las copias existentes más tempranas, hacen de éste el
texto mejor documentado de todos los escritos antiguos del mundo por lejos”.
El catedrático de Derecho John Warwick Montgomery dijo, “Dudar del texto resultante de los libros del Nuevo Testamento es dejar
que toda la antigüedad clásica caiga en el olvido, porque ninguno de los demás
documentos de la antigüedad están tan bien documentados bibliográficamente como
el Nuevo Testamento”.
Esto nos dice
que de ningún texto de la antigüedad clásica estamos tan seguros de poseer
una copia conforme al original como de los Evangelios.
Por último, la respuesta
definitiva al problema de la historicidad de los Evangelios –y por ende de
Jesús- depende de la posibilidad de demostrar que los evangelistas conocían los hechos que narran y que los refieren
con fidelidad, sin alteraciones.
Pues bien, lo anterior se
demuestra por la circunstancia de que los evangelistas conocían bien los hechos
que escribieron, sobre todo los milagros y discursos de Jesús, tan
sorprendentes e insólitos que era fácil retenerlos en la memoria. La
veracidad de los evangelistas también está garantizada porque no tenían motivos
para mentir y lo único que consiguieron fue la deshonra, la persecución y el
martirio. Sellaron el valor y autenticidad de sus escritos con su propia
sangre.
Además, escribieron cuando
todavía vivían muchos testigos oculares que habían visto y oído a Jesús y
que los hubieran desmentido en caso de que ellos hubieran cambiado los
hechos.
El argumento de la sinceridad
de los evangelistas permite algunas interesantes precisiones, como el pasaje de
Arnobio en el siglo IV, poco antes de
terminar las persecusiones de la iglesia, quien expone la credibilidad de los
apóstoles y evangelistas en los siguientes términos: “no creéis los milagros vosotros. Pero los que los transmiten los
vieron y son ciertísimos testigos. ¿Acaso vamos a pensar que los hombres de
entonces eran vanos, mentirosos, estúpidos, de modo que afirmasen haber visto
lo que nunca vieron y que lo que no había sucedido fueran capaces de afirmarlo
con infantil desenvoltura, y esto para recibir odio y condenación pudiendo
vivir tranquilos y en paz?”
“Que
unos pocos y simples hombres debieran en una generación haber inventado tan
poderosa y atractiva personalidad, tan elevada ética y tan inspirada visión de
la fraternidad humana, sería un milagro mucho más increíble que ningún otro
relatado en los evangelios. Después de dos siglos de mayor critica las líneas
generales de la vida, el carácter y la enseñanza de Cristo, permanece
razonablemente limpio, y constituye el más fascinante rasgo en la historia del
hombre occidental." (Will Durant, Caesar and Christ, vol.3 of The Story of Civilization. New York: Simon & Schuster,
1972).
Respecto
de los milagros evangélicos –moderno escollo de los
desmitologizadores- dice Eusebio de
Cesárea en su Demostración Evangélica:
‘Si eran mentira los milagros de Cristo, y los discípulos mintiendo se hubiesen
puesto de acuerdo para narrarlos, resulta admirable ver cuán gran número de ellos
guardaron su pacto hasta la muerte en cosas que suponen fingidas, y ni uno solo
de ellos por el temor de lo sucedido a los demás se decidió a revelar su
conspiración de falsedad.” (Tomados de Juan Manuel Igartua, Los Evangelios ante la Historia, Capìtulo
II: La Garantía Histórica de los Testimonios,
págs. 115 y 116. Ediciones Acervo, 1981, Barcelona, España).
Los
evangelistas narraron la vida y doctrina de Jesús buscando proporcionar a los
fieles materia de devoción, alimentar su piedad e inducirlos a amar a su
Maestro.
A diferencia del hagiógrafo[ix] ordinario que encontrándose con hombres imperfectos busca contribuir a su
edificación ocultando los defectos y exagerando las cualidades, los
evangelistas tratan de un hombre en el que ven al Hijo de Dios. Esta convicción
hace que Jesús sea para ellos el hombre perfecto y tratan de describirlo lo
más exactamente posible. Esto explica por qué no tuvieron escrúpulos en
señalar en la vida de Jesús algunos episodios que eran comprometedores para la
dignidad de su persona, pero ellos estaban convencidos que en la vida de Jesús
todo tenía significado.
Jesús no es una figura
idealizada, se le describe tal como fue, con sus debilidades, las ignominias
que padeció. Su encarnación, nacimiento, pasión, resurrección y ascensión están
narrados con sobriedad y fidelidad. [x]
Podemos
así concluir que los evangelios serían los libros más históricos de la
antigüedad, por lo que Jesús de Nazaret, de quién hablan, también.
El aspecto físico de Jesús
Antonino
de Piacenza, hacia el año 550, afirma haber visto en Jerusalén un retrato del
Nazareno en el que aparece “de estatura
media, hermoso de rostro, cabellos un poco rizados, mano elegante y afilados
dedos”. Andrés de Creta (m.740) habría visto un retrato realizado por
el evangelista Lucas, que además de ser médico e historiador, sería
pintor, en el que aparece “cejijunto, de
rostro alargado, cabeza inclinada y bien proporcionado de estatura”. Una “Carta
de Léntulo”, supuesto gobernador de Jerusalén, al César Octavio Augusto,
muy celebrada en el s. XIV a pesar de la poca fiabilidad que su autenticidad
histórica ofrece, dice de Jesús: “Tiene
el rostro venerable, de modo que quienes le miran pueden temerlo y amarlo a la
vez. Sus ojos son color avellana madura, sus cabellos casi lisos hasta las
orejas, con un ligero reflejo azulado y flotan sobre sus hombros. Su tez es
sana, su nariz y boca sin defectos. Tiene abundante barba, del mismo tono que
su pelo, no muy larga, dividida en la barbilla. Su estatura es esbelta y
erguida; sus manos y sus brazos admirables”.
En
las iglesias orientales se creyó a Jesús cojo, lo que originaría la tradición
de representarle en la cruz con un suppedaneum
(plataforma colocada para apoyar los pies del crucificado) torcido o en la
posición de “curva bizantina”, más bien propia de un renco. Creencia por otro
lado, compartida por los autores del Talmud, como podemos comprobar en el
siguiente pasaje talmúdico probablemente referido a Jesús: “Cierto min dijo a R. Janina: “¿Sabes algo acerca de la edad de Balaán
[uno de los nombres utilizados en el Talmud para referirse a Jesús]?” Contestó: “No hay nada escrito acerca de
ello. Pero según se desprende de lo que está escrito, “los hombres sanguinarios
y embusteros no llegarán a la mitad de sus días”, debe haber tenido treinta y
tres o treinta y cuatro años”. El min dijo: “Me has respondido bien. He visto
la crónica de Balaán y allí está escrito: ‘Balaán el cojo tenía treinta y tres
años de edad cuando Pinjas el ladrón [Poncio Pilato] lo mató’”.
Para abundar en evidencias
históricas en torno al aspecto físico de Jesús de Nazaret, podemos informar acerca
de dos investigaciones paralelas que han arrojado interesantes resultados en
ese sentido:
1) A principios de 2001, se dio a conocer a través de los medios informativos una reconstrucción computacional del posible rostro de Jesús, obtenida por un grupo de médicos forenses en Inglaterra después de dos años de mediciones a partir de un cráneo perteneciente a un judío de aquella época. La imagen lograda muestra a un Jesús moreno, de cara ancha y nariz gruesa.
La imagen ha causado polémica y tal vez choca con nuestros patrones, pero como opina el Doctor en Teología Arturo Bravo, profesor de la Universidad Cardenal Raúl Silva Henríquez en Chile, “más allá de lo físico, es decir, por una razón teológica, Dios, al encarnarse, debió hacerlo con el fenotipo del pueblo que escogió para ello... Haya sido así o no el rostro de Jesús, esto nos acerca históricamente a lo que pudo haber sido, con lo que no estoy diciendo necesariamente que ese sea su verdadero rostro. Esa cara podría ser la de cualquiera que tenga las características que tenían los judíos palestinos de esa época.”[xi]
1) A principios de 2001, se dio a conocer a través de los medios informativos una reconstrucción computacional del posible rostro de Jesús, obtenida por un grupo de médicos forenses en Inglaterra después de dos años de mediciones a partir de un cráneo perteneciente a un judío de aquella época. La imagen lograda muestra a un Jesús moreno, de cara ancha y nariz gruesa.
La imagen ha causado polémica y tal vez choca con nuestros patrones, pero como opina el Doctor en Teología Arturo Bravo, profesor de la Universidad Cardenal Raúl Silva Henríquez en Chile, “más allá de lo físico, es decir, por una razón teológica, Dios, al encarnarse, debió hacerlo con el fenotipo del pueblo que escogió para ello... Haya sido así o no el rostro de Jesús, esto nos acerca históricamente a lo que pudo haber sido, con lo que no estoy diciendo necesariamente que ese sea su verdadero rostro. Esa cara podría ser la de cualquiera que tenga las características que tenían los judíos palestinos de esa época.”[xi]
2) Desde el año 2010 en adelante, los estudios computacionales que se han hecho de la imagen del hombre crucificado grabado en la polémica Sábana Santa de Turín[xii] han permitido reconstruir con mayor fidelidad el rostro y la figura de quien las investigaciones más actuales sindican como Jesús, tal como lo muestran las siguientes fotografías, además de los documentales que aportamos al pie de esta entrada.
Bravo precisa, no obstante, que
el Nuevo Testamento no aporta pistas específicas y claras que permitan
reconstruir fielmente su fisonomía. Por otro lado, el escritor chileno Jesús
Capo, autor del exitoso libro “El Hijo del Carpintero” señala, refiriéndose a
la imagen del Jesús personificado por el actor Robert Powell en la excelente
versión cinematográfica del director Franco Zeffirelli, que “Jesús era
judío, de raza semita. Entonces no era rubio ni tenía ojos azules. Era moreno,
con un cierto tono cobrizo por el calor del desierto, igual que todos los
árabes. Tenía el pelo crespo, la nariz grande y seguramente no era tan alto”.
Otro detalle a considerar es que al ser nazareno usaba barba y pelo largo hasta
la espalda. Según la costumbre de la época debió habérselo peinado con
partidura al medio, lo mismo que su barba. Esta última debió haber sido espesa
y no muy larga. Por cierto que debió haber sido delgado y haber tenido piernas
fuertes, dado los muchos kilómetros que caminaba por las tierras de Palestina[xiii].
Finalmente, podríamos agregar
que una de las razones plausibles para que la Biblia no diera señales claras
acerca de la descripción física de Jesús, es que al ser su misión de
carácter universal, cada persona creyente pudiera visualizarlo de acuerdo a
sus propios patrones raciales y culturales, a fin de sentirlo cercano;
es decir, debía resaltar la persona por sobre la apariencia física. Como
acertadamente dice el doctor Arturo Bravo “... lo importante no es saber
cómo era Jesús, sino quién era”.
Por
Por
NOTA
IMPORTANTE:
En esta entrada no he pretendido
ser original respecto de la información, sino sólo de la presentación y enfoque
de ella en el contexto de lo expuesto en mi libro Fenómalos – La Quinta Esencia
y en este Blog, pues la vida de Jesús, su historicidad –así como la de los
escritos del Nuevo Testamento- ha sido
bien investigada por expertos en el tema y por ello su trabajo ya validado
constituye precisamente el respaldo que busco para fundamentar ante los
lectores este importante aspecto de mi tesis, habiendo por supuesto muchas
otras fuentes prestigiosas a las que el lector podrá acudir libremente -pues
tal debiera ser el objetivo de dichas publicaciones-, a fin de poder cotejar o
complementar la información aquí presentada. En las transcripciones de estas
fuentes –muchas de ellas textuales para no afectar su valioso contenido- sólo
se han cambiado algunas palabras, consideradas demasiado religiosas para el
propósito de la presente entrada, por sus correspondientes sinónimos, o bien se ha
alterado ligeramente el orden de presentación, ya fuera para sintetizar o para
compaginar el texto con otras referencias, sin afectar por supuesto el contexto
general. Se agradece desde ya la comprensión de sus autores. Por lo anterior, salvo
donde se indique expresamente lo contrario, la información histórica respecto
de Jesús y de los Evangelios ha sido recabada directamente de las siguientes
fuentes:
a) Bibliográficas:
a) Bibliográficas:
- Artículos: "Mesías", “Jesucristo”, “Biblia”, de la Enciclopedia Microsoft® Encarta® 98 © 1993-1997 Microsoft Corporation. Derechos Reservados.
- Burton L. Mack, El Evangelio Perdido: El Documento Q. Ediciones Matínez Roca, 1994, Barcelona, España.
- Eusebio de Cesárea. Historia Eclesiástica. Editorial Nova, Buenos Aires, 1950.
- Juan Manuel Igartua, Los Evangelios ante la Historia. Ediciones Acervo, 1981, Barcelona, España,
- La Biblia Latinoamérica, Edición Pastoral Nueva Evangelización, (LXXXV Edición, San Pablo y Editorial Verbo Divino, Madrid, España. © B. Hurault y R. Ricciardi, 1972. Sociedad Bíblica Católica Internacional – Roma).
- Thomas Ralber, MSc. El Cristianismo al Desnudo. Ed. I.A. Greenfield S.A. Enero 2001.
- Búsqueda del Jesús de la Historia
- YouTube.Com - Jesús un Hombre de la Historia, por Josh Mcdowell
- ReligionenLibertad.Com (del aspecto físico de Jesús)
- WIKIPEDIA – Jesús de Nazaret
- Y-Jesús
NOTAS
AL PIE
[i] Cristiano.
Palabra usada por primera vez en Antioquia para designar a los seguidores de
Jesucristo (Hechos cap.11, vers. 26; y cap. 26, vers. 28; 1ª Pedro cap. 4,
vers.16), a los que tambièn se les llamaba nazarenos (Hechos cap. 24,
vers. 5), hermanos (Hechos cap. 9, vers.17), discípulos (Hechos
cap. 9, vers. 36) y fieles (Hechos cap.10, vers. 45). (Diccionario de la
Biblia Versión Reina-Valera 1995, Edición de Estudio, pág.44).
[ii] Iglesia
(Del griego ekklesia). Palabra que, en el uso común, significaba
“asamblea” o “reunión”, celebrada previa convocatoria o llamado. En
Atenas la ekklesia era la asamblea de los ciudadanos. Pablo usa
con frecuencia esta denominación para referirse tanto a la congregación local
de creyentes cristianos como a la comunidad cristiana universal. En el Nuevo
Testamento nunca se llama “iglesia” al edificio en que los cristianos se reúnen
(Diccionario de la Biblia Versión Reina-Valera 1995, Edición de Estudio, pág. 54).
[iii] Evangelio.
(Del griego “eu-anggelion”). Significa “buena nueva”. La buena
noticia del cumplimiento de la promesa que Dios había hecho por medio de los
profetas Esta buena noticia tiene que ver con Jesús, el Mesías. (Marcos cap.1
vers. 14-15 ; Mateo cap. 11, vers. 2-5 ; Lucas cap. 4, vers.16-21).
(Diccionario de la Biblia Versión Reina-Valera 1995, Edición de Estudio, pág. 49).

[v] En
1971, Salomón Pines, profesor de la Universidad Hebrea de Jerusalén, después de
descubrir la cita del famoso párrafo sobre Jesús (pero sin los retoques
sospechosos) en un manuscrito de un cronista árabe del siglo XI, muestra la
autenticidad flaviana del texto, reconociendo la existencia de algunos retoques
que le dan sentido cristiano. El texto auténtico quedaría así: “En aquel
tiempo apareció un tal Jesús, hombre sabio, si es que puede llamársele hombre:
era efectivamente autor de obras prodigiosas, el maestro de los hombres que
reciben la verdad con alegría, e indujo a muchos entre los judíos y también
entre los griegos (a ser sus discípulos). Se pensaba que fuera el Mesías; pero
no lo era, a juicio de nuestros jefes. Por todo esto, Pilato lo crucificó y lo
hizo morir. Los discípulos que antes lo habían amado no cesaron de proclamar que
se les había aparecido al tercer día de la muerte nuevamente vivo. Los profetas
divinos atestiguaron y predijeron estas cosas y miles de otras maravillas de
él. Hasta ahora, el grupo de los cristianos, así llamados por su causa, no ha
desaparecido todavía.”
Según esta reconstrucción, el texto de Flavio
Josefo afirma no que Jesús era el Mesías, sino que algunos lo consideraban así;
y la convicción de que hubiera resucitado es atribuida a los discípulos de
Jesús. No presenta, además, dificultad la proposición hipotética “si es que
puede llamársele hombre”, ya que el mundo helenista grecorromano, al que
Josefo intenta imitar en sus escritos, ve en los magos y en los taumaturgos
seres divinos. Éste es, pues, el testimonio más antiguo no cristiano sobre
Cristo. Éste es,
pues, el testimonio más antiguo no cristiano sobre Cristo. (Fuente: Búsqueda del Jesús de la Historia)
[vi] Estos
hechos fueron narrados por Flavio Josefo para indicar que Ananías el Joven,
Sumo Sacerdote, fue destituído porque había ordenado una ejecución ilegal, es
decir sin el consentimiento del Procurador Romano, aprovechando que todavía no
llegaba a Palestina el sucesor (Albino) del procurador recientemente fallecido
(Facio), ocasión en que aprovechó para deshacerse de algunos de sus enemigos.
Respecto de Jacobo (o Santiago) el hermano de
Jesús, en
noviembre del año 2002, la Biblical Archeology Review, revista
especializada en arqueología bíblica, dio a conocer el descubrimiento del
supuesto osario de un tal Jacobo, encontrado en Jerusalén y que dataría del año
63 d.C.
Se trata de
una urna de piedra caliza, de 50 cm de largo por 27,5 cm de ancho, en la cual,
en uno de sus costados, se lee la siguiente inscripción en arameo: “Ya’akov
bar Yosef akhui di Yeshua” (Jacobo, hijo de José, hermano de Jesús)”, que
podría corresponder al osario que contenía los restos del Jacobo mencionado por
Flavio Josefo.
Se ha desatado toda una polémica respecto a la autenticidad de dicha inscripción, no así de la urna de la cual se ha logrado demostrar su antigüedad. Hay eruditos argumentos tanto a favor como en contra de la inscripción, por lo que aún no se puede decir la última palabra. Por una parte la Dirección de Antigüedades de Israel anunció que no era auténtica, y por otra expertos reunidos en Atlanta en noviembre de 2003 sostuvieron su autenticidad. También la Biblical Archeology Review en su edición de Enero-Febrero de 2004, volvió a publicar un artículo a favor de la autenticidad de esta reliquia.
Se ha desatado toda una polémica respecto a la autenticidad de dicha inscripción, no así de la urna de la cual se ha logrado demostrar su antigüedad. Hay eruditos argumentos tanto a favor como en contra de la inscripción, por lo que aún no se puede decir la última palabra. Por una parte la Dirección de Antigüedades de Israel anunció que no era auténtica, y por otra expertos reunidos en Atlanta en noviembre de 2003 sostuvieron su autenticidad. También la Biblical Archeology Review en su edición de Enero-Febrero de 2004, volvió a publicar un artículo a favor de la autenticidad de esta reliquia.
Si se logra demostrar tal autenticidad, aparte
de respaldar contundentemente la existencia histórica de Jesús desatará al
menos otra polémica, esta vez de carácter doctrinal: Que María haya tenido más
hijos con posterioridad a Jesús -contraviniendo el dogma católico romano y
ortodoxo de su permanente virginidad-, aunque tal afirmación pudiera ser
rebatible por el hecho de que entre los judíos de aquella época era común
denominar “hermanos” también a los parientes, a los correligionarios y también
a los compatriotas, y porque José era viudo y posiblemente tuviera hijos de su
matrimonio anterior.
[vii] Apóstol
(= enviado). La palabra designa en general a una persona comisionada y
enviada con algún encargo, especialmente religioso. Equivale a “mensajero”. Se
aplica sobre todo a los doce discípulos escogidos por Jesús para ser sus más
íntimos compañeros y colaboradores
(Marcos Cap. 3, vers. 13-19). (Diccionario de la Biblia Versión
Reina-Valera 1995, Edición de Estudio, pág.38).
[viii] Los rollos del Mar Muerto. Descubiertos
los primeros en el interior de una cueva en 1947, por un joven pastor beduino
llamado Mohammed Ab-Dib, cuando buscaba unas cabras perdidas entre los riscos
de la zona de Khirbet Qumrân, Palestina, en la costa oriental del Mar Muerto, a
unos 12 km al sur de Jericó, en un acantilado que bordea este mar salado, desde
Hadjar-Al-Asba. Ésta y varias otras cuevas descubiertas después, contenían
valiosos pergaminos escritos en hebreo antiguo guardados en vasijas de barro en
forma de tinajas. Los pergaminos se encontraban envueltos en tiras de lino y
cubiertos a su vez por una capa impermeable hecha de una material semejante a
la cera o al alquitrán. Esta zona es una terraza calcárea y desértica,
recorrida por grupos de beduinos con sus cabras, y se encuentra a 394 m bajo el
nivel del mar. El calor es sofocante y terriblemente seco, lo que permitió
preservar durante dos mil años los valiosos manuscritos.
Los rollos contenían textos de todos los
libros del Antiguo Testamento, con excepción del Libro de Ester. En total se
hallaron fragmentos de 332 obras diferentes y se piensa que aún existen otros
por descubrir. El doctor W. F. Albright, investigador de la Universidad John
Hopkins, considerado un erudito y uno de los principales arqueólogos en asuntos
bíblicos y una gran autoridad en el papiro Nash (pequeño fragmento que contiene
los Diez Mandamientos y el Shema del libro del Deuteronomio Cap.6 -que es el
discurso de Moisés al recibir la Ley-, y que se conserva en la Biblioteca de la
Universidad de Cambridge), confirmó la importancia del hallazgo y en una carta
fechada en marzo de 1948, señalaba: “... es el descubrimiento más importante
hecho en los tiempos modernos. No dudo en absoluto de que la escritura es
bastante anterior a la del papiro Nash...”.
Estos valiosos documentos, que anticipaban en
varios cientos de años antes de Cristo la existencia de textos hebreos
originales, habrían sido confeccionados por la enigmática secta de los Esenios,
una comunidad de gentes piadosas, apartadas de las influencias perniciosas del
mundo y del resto de las comunidades, que al margen de concepciones religiosas
muy positivas y distintas de las concebidas de su época, habrían poseido
conocimientos superiores. Al saberse en inminente peligro (como de hecho
ocurrió con la destrucción de su monasterio por los romanos en el año 68 d.C.
durante el segundo año de la primera revuelta judía), habrían escondidos sus
documentos más sagrados con la esperanza de preservarlos de la destrucción. Se
conoce bastante acerca de esta secta, gracias a tres escritores del siglo I
d.C.: Plinio el Joven, Flavio Josefo y Filón.

Desde un principio, sus escritos,
su doctrina y sus costumbres recordaron de una manera básica otros principios
establecidos por el cristianismo. Se dice que a esta secta habría pertenecido
Juan el Bautista.
Algunos investigadores ven también en el
periodo de su estancia en el desierto, una demostración clara de la pertenencia
de Jesús a la comunidad de los esenios. Incluso es extraordinario el paralelo
que existe entre Jesús y el “Maestro de Justicia” mencionado en el "Comentario
de Habacuc”, uno de los textos esenios encontrados en Qumrân: Ambos
predican la penitencia, la pobreza, la humildad, el amor al prójimo y la
castidad. Igualmente, los dos eran el “Elegido”, el “Mesías”, también los dos
fueron perseguidos y hostilizados por los sacerdotes (fariseos en un caso y
saduceos en el otro), fueron condenados y muertos. Los dos prescribieron la Ley
de Moisés y la perfeccionaron con sus revelaciones. Los dos enjuiciaron a
Jerusalén, la cual cayó en poder de los romanos. Los dos fundaron una iglesia
cuyos seguidores creían en su glorioso retorno. Las coincidencias entre esenios
y cristianos son acumulativas y difícil de diferenciar las influencias de los unos
en los otros. La sucesión parece lógica en cuanto que poseen conceptos
religiosos muy semejantes. Por la evidencia de los manuscritos, las
excavaciones arquelógicas y los comentarios de los historiadores del pasado, se
puede plantear un esquema sucesorio que se define del siguiente modo: La
comunidad esenia y el movimiento renovador que inspiraron se mantuvo al margen
de los planteamientos religiosos de Jerusalén, resistieron contra la influencia
de griegos y romanos, inspirando al cristianismo, al menos en cuanto a crear
una base, un caldo de cultivo entre los judíos de aquella época, propicio para
la creación del cristianismo y su difusión. (Artículo extractado de la
monografía los Manuscritos del Mar Muerto: El misterio de los Esenios,
de la colección Grandes Enigmas, publicada en fascículos y dirigida por el Dr.
Fernando Jiménez del Oso. No fue posible establecer la editorial ni el año de
la publicación, ya que el fascículo -encontrado en una venta de libros usados-
no trae información al respecto).
[ix] Hagiografía:
Género literario religioso que trata de la vida de los santos (Diccionario
Santillana del Español).
[x] En esta
entrada no entraremos en cuestiones tales como pretender polemizar con quienes,
alternativamente, postulan con muy convincentes argumentos –que incluso han
estado dando lugar en el último tiempo a la producción de exitosos libros- que
Jesús no murió realmente en la cruz, sino que sobrevivió a ella y
posteriormente vivió y murió en Cachemira, o bien que tuvo un hijo con María
Magdalena y que ella se trasladó a la Península Ibérica donde vivieron sus
descendientes, los cuales constituirían el Santo Grial que protegían los
Caballeros Templarios con tanto celo a través de los siglos. Ello, porque tal
posibilidad histórica, aparte de quedar absolutamente fuera del contexto
bíblico-histórico que hemos venido desplegando y atentar contra la base
fundamental de la fe cristiana (lo que, en el contexto de nuestra exposición, ya
es sospechoso), que es que Jesús murió en la cruz en exacto cumplimiento de
las profecías bíblicas, para pagar por nuestra culpabilidad ante la Ley Moral
Universal, que nuestro arrepentimiento y la fe en su sacrificio nos limpia ante
ella, y que con su resurrección nos aseguró la recuperación de la perdida
inmortalidad cuando regrese por segunda vez, tales postulados tampoco
responden al propósito de nuestra tesis, pues no logran explicar y
justificar en contexto la manifestación de Jesús dentro del devenir
de la historia humana, incluyendo todos sus misterios.
Obviamente dichos autores han podido llegar a
tales conclusiones a través de datos históricos fidedignos e investigaciones
muy concienzudas -dando fe a que están
procediendo con integridad y sinceridad de propósito en la interpretación de
tal información-. Pero a mi juicio no se han tomado debidamente en cuenta a
todos los actores en juego en esos escenarios, humanos y no humanos,
pasados y presentes, interesados -como hemos estado analizando a lo largo de
todas las entradas publicadas- en manipular la Historia y confundir de alguna
manera a la opinión pública frente al hecho más trascendental para la Humanidad
por sus implicancias actuales y futuras.
Al respecto, es un deber poner al tanto al
lector que los documentos históricos que fundamentan los postulados acerca de
que Jesús no murió realmente en la cruz, de su descendencia a través de María
Magdalena, de su estrecha relación con los Esenios y con el Tibet, se derivan
de las creencias de los gnósticos,
una corriente del cristianismo primitivo fuertemente influida por las
filosofías de Egipto, Grecia, y Babilonia, todas las cuales a su vez habían
bebido de algún modo de las filosofías provenientes del Oriente, especialmente
de la India y el Tibet, después de las conquistas de Alejandro Magno.
El nombre gnóstico
deriva de la palabra griega Gnosis
cuyo significado es conocimiento. Por
lo que dicho término no tiene por qué tener un sentido peyorativo si se
interpreta como gnóstico a todo aquél
que adquiere un conocimiento especial y vive en función de él. Ya los llamados
Padres de la Iglesia, Clemente de Alejandría y San Ireneo, hablan de la gnosis
como el conocimiento de Jesucristo obtenido por la fe. En palabras de San
Ireneo: “la verdadera gnosis es la
doctrina de los Apóstoles” (AdvHaer IV 33). En este sentido religioso, toda
persona, cualquiera de nosotros, habiendo bebido del Evangelio y transformado
interiormente por la fe en Jesucristo, nace
de nuevo en el espíritu, logrando con ello vivenciar una realidad que está
por encima del sistema social en el cual se ve inserto, alcanzando por lo tanto
la Gnosis o conocimiento divino
revelado a su espíritu por Dios, y que le permite vivir en el mundo (o sistema) sin ser influenciado por él.
Por lo mismo, el Evangelio de San Juan, por su espiritualidad manifiesta,
podría considerarse perfectamente un evangelio gnóstico.
Sin embargo, el mismo San Ireneo le otorgó un
sentido peyorativo cuando combatía a la secta de gnósticos valentinianos, pues
veía su origen en la herejía de Simón el Mago (Hechos, cap. 8 vers. 9-24) cuyos
seguidores se propagaron por Alejandría, Asia Menor y Roma, y que dieron lugar
a tal cantidad de sectas (simonianos, nicolaítas, ofitas, naasenos, setianos, peratas,
basilidianos, carpocratianos, valentinianos, marcosianos) y
maestros (Simón, Cerinto,
Basílides, Carpócrates, Cerdón, Valentín, Tolomeo, Teodoto, Heracleón,
Bardesanes, etc.), que fueron agrupados por él y también por otros
Padres que los combatieron (especialmente San Hipótilo de Roma y San Epifanio
de Salamina), bajo el término
peyorativo de gnósticos.
No obstante, los alrededor de cuarenta manuscritos gnósticos descubiertos en el
Alto Egipto en 1945 (Biblioteca de Nag Hammadi) vienen a corroborar – aparte de
su realidad histórica- que cada una tenía su propia orientación doctrinal.
Los que mayor influencia ejercieron fueron los
gnósticos valentinianos quienes, a pesar de tener las mismas Escrituras que la
Iglesia oficial las interpretaban en un sentido muy diferente: A grandes rasgos
por ejemplo, consideraban que el Dios verdadero no era el Creador del Antiguo
Testamento, distinguían diversos Cristos entre los seres del mundo celeste
(eones), postulaban que la salvación se logra a través del conocimiento de uno
mismo -como una chispa divina encerrada en la materia-, al cual nos despertaba
la redención de Cristo, que Jesús no había muerto en la cruz y que había dejado
descendencia. 
De estas corrientes filosófico-religiosas eran seguidores muchos sabios del Renacimiento, en especial el gran Leonardo Da Vinci, quien por lo mismo habría plasmado en sus obras de arte tales creencias, aunque de manera codificada, como un desafío velado a una Iglesia que había monopolizado el cristianismo y cuyo dominio religioso-político en la Europa de entonces era total.
Sin embargo, es útil y recomendable tener en
cuenta lo que ya expusimos en la entrada “Annunaki;//Identificando Anomalía/ParteII” respecto del origen y propósito de las filosofías provenientes del Oriente
o bajo su influencia, las que como vimos evidencian un accionar oculto de parte
de entidades no humanas que tendrían por objetivo socavar el Plan de
Contingencia para el rescate de la Humanidad. Los gnósticos primitivos y
actuales, al estar influenciados por ellas podrían, sin darse cuenta, estar
cumpliendo tal propósito, por lo que debemos ser cautelosos e investigar en contexto sus postulados antes de
decidir acerca de la validez de tal gnosis.
Por lo tanto, sin más polémica, en esta entrada sólo nos limitaremos a dar
nuestra versión y dejaremos que el lector saque por comparación sus propias
conclusiones, sin perjuicio que abordaré exhaustivamente el tema en una entrada
posterior.
[xi] Extractado de un artículo publicado en el Diario La Segunda, página 11, edición
del 4 de abril de 2001, Santiago de Chile, a propósito de la imagen digital de
Jesús obtenida por los forenses británicos.
[xii] La Sábana Santa o Síndone
(del griego: sábana, pieza de tela que puede ser usada como lienzo
fúnebre).
La Sábana Santa de Turín es un fenómalo
relevante, cuyos documentados pormenores dan para escribir varios libros. De
ser auténtica, como lo indican las últimas investigaciones, en ella tendríamos
uno de los mayores pruebas arqueológicas para demostrar, entre otras cosas, la
existencia histórica de Jesús, la verdad de su crucifixión y resurrección en el
Calvario, además de claras indicaciones de su aspecto físico.
“Se
conserva, como es sabido, en Turín en una capilla cuidadosamente custodiada,
una larga sábana o síndone de unos
cuatro metros de longitud y uno de anchura que muestra una misteriosa imagen
doble de un hombre de frente y de espaldas, desnudo como cadáver, con las manos
cruzadas por delante. Una tradición histórica, que documentalmente puede subir
hasta el siglo XII solamente (es bien sabido que ha sido frecuente que las
reliquias se conservasen antiguamente sin documentos acreditativos adjuntos,
por bastar la tradición misma para ello), asegura que tal imagen doble,
opuestas ambas por el vértice de la cabeza con una separación de alguna
amplitud, es la imagen del cadáver amortajado en la sábana de Jesús de Nazaret,
el Crucificado.” (Juan Manuel Igartua, Los
Evangelios ante la Historia, Capìtulo II: La Garantía Histórica de los Testimonios, pág. 125,. Ediciones
Acervo, 1981, Barcelona, España).
Las múltiples pruebas históricas,
arqueológicas, botánicas, ópticas y análisis científicos en general utilizando
la más moderna tecnología, han venido demostrando cada vez con mayor
contundencia que la síndone o sábana que se expone en la Iglesia de
Turín, Italia, sería la pieza auténtica en la que fue envuelto el cuerpo de
Jesús y que la imagen en ella grabada lo estaría producto de quemaduras
instantáneas en la tela, producidas por radiación.
Para que el lector pueda informarse
debidamente al respecto, le recomendamos por su seriedad y documentación tanto
lo expuesto por Juan Manuel Igartua (ibid. La
Sábana Santa, págs. 124 a 136), los documentales al pie de esta entrada, y el libro del jesuita Jorge Loring “La
Sábana Santa, dos mil años después” (Editorial Planeta) a quién pertenece
el poético comentario: “La Sábana Santa, en su humildad de viejo lienzo
olvidado, lleva claramente la firma del Hombre-Dios”.
[xiii] Extractado de un artículo publicado en el Diario La Tercera, página 14, edición
del 15 de abril de 2001, Santiago de Chile, referente también a dicha imagen
digital.
VIDEOS RECOMENDADOS:
OBSERVACIÓN: Esta serie de artículos están basados o forman parte del libro escrito recientemente por el autor, denominado “Fenómalos – La Quinta Esencia”, publicado por Editorial Trafford (ISBN 1-4251-1232-3, por Trafford Publishing, Canada). Las imágenes y videos han sido tomadas directamente de la web, y sólo para efectos de ilustración del texto. De haber alguna de ellos con derechos de autor agradeceré comunicármelo para retirarlas de esta entrada.
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