miércoles, 3 de marzo de 2010

EL MUNDO PERDIDO - Parte II




 “Lo que antes fue, ya es, y lo que ha de ser, fue ya; y Dios restaura lo pasado.”
Eclesiastés 3:15





LOS IMPERIOS DE LA EDAD DE ORO

Las evidencias arqueológicas y los escritos antiguos nos hablan de la existencia de una gran civilización humana antes del Diluvio, cuyo emplazamiento explicaría el enigma de los nexos culturales entre América, Europa, el Norte de África y el Oriente Medio: “En aquel lejano pasado hubo pujantes naciones que habían formado reinos e imperios y alcanzado niveles de conocimientos técnico-científicos comparables sólo a los conseguidos por nosotros durante el siglo en curso. En el mundo de entonces, prevalecían dos poderosos estados: el Gran Imperio de Occidente, con sus vastas colonias esparcidas en tres continentes, estructurado según los preceptos de su religión y, por su parte, el Gran Imperio de Oriente, donde surgió la primera civilización aeronáutica, renacida milenios después del desastre [el Diluvio], en el Valle del Indo.” (Jadwiga Pasenkiewicz, Los Soberanos de los Mundos Perdidos, página 11. Editorial Kier. Edición de 1992).

En efecto, las crónicas del Egipto Antiguo, grabadas mediante jeroglíficos en los muros de las pirámides, en los Anales, en el Libro de Los Muertos, en el planisferio de Denderah, en papiros y estelas, etc., narran la historia del imperio maravilloso de la Atlántida, a la que ellos se refieren como Aha-Men-Ptah (el Primer Amor de Dios), y del cataclismo que terminó con él, como también de la emigración de un importante grupo de sobrevivientes -entre los que se contaban los soberanos de aquél imperio- que logró desembarcar en las costas del actual Marruecos y que después de una larga peregrinación lograron asentarse en la tierra del Nilo consolidando una magnífica civilización, la egipcia, heredera directa de muchos de los elevados conocimientos de la Atlántida y depositaria de su historia. Tan directa consideraban los egipcios su descendencia de ella, que se autodenominaban Ath-Ka-Ptah (el Segundo Amor de Dios) (Pasenkiewicz).

De ahí precisamente deriva el conocimiento de la Atlántida que nos legó Platón en el siglo V a.C., quién en sus Diálogos de Timeo y Critias nos describe cómo su antepasado, el gran legislador ateniense Solón (†559 a.C.) -considerado por Plutarco como uno de los siete sabios de la antigüedad- supo, a través de unos manuscritos que le mostraron sacerdotes egipcios de la ciudad de Sais, una historia que tenía por lo menos nueve mil años de antigüedad ya en esa época y que se refiere a cómo los antiguos griegos (de la verdadera Grecia según Solón, más poderosa y adelantada que la de entonces) vencieron a los invasores atlantes en una histórica y gloriosa batalla. Describe a los atlantes como los habitantes, ya corruptos y degradados, de una antigua civilización que provenía de un archipiélago cuya principal isla era la Atlántida, ubicada desde Egipto “más allá de las columnas de Hércules”, es decir, más allá del Estrecho de Gibraltar, saliendo del mar Mediterráneo hacia el Océano Atlántico, desde la cual “se podía pasar, de isla en isla, hasta las tierras que bordeaban el verdadero océano, que podían llamarse un verdadero continente” (¿América?).

La Atlántida, según recoge Platón en sus Diálogos, habría desaparecido bajo las aguas “del verdadero océano” (el Atlántico) junto con todos sus habitantes, en un aciago día de grandes lluvias y terremotos. Pero, ¿qué evidencias –mitológicas, históricas, geológicas y geográficas- hay realmente acerca de su pretérita existencia y de su real emplazamiento?

Por otro lado, en un Códice Maya se menciona la incluso más misteriosa y enigmática civilización de Mu, "el imperio de Oriente" (Pasenkiewicz). Respecto de éste, tenemos conocimiento de su súbita desaparición a partir del Manuscrito Troano, conservado en el Museo Británico, cuyo texto dice: “En el sexto año de Can, once Muluc del mes Zar, tuvieron lugar terribles terremotos que duraron hasta el trece Chuen. El país de las colinas de arcilla, Mun, y el país Muod fueron sus víctimas. Dos veces temblaron y después desaparecieron súbitamente durante la noche. La corteza de la Tierra fue levantada y bajada, una y otra vez, por fuerzas subterráneas, hasta que no resistió más y muchas zonas fueron divididas por profundas fisuras. Por último, ambos países, con sus sesenta y cuatro millones de habitantes se abismaron en el océano. Esto ocurrió 8.060 años atrás”.

Lo corroboran las misteriosas tablillas descubiertas en la India por un coronel británico retirado, James Churchward, cuando durante su estadía conoció a un monje hindú que las poseía y que según él estaban escritas en Nacaal, la antigua lengua de la civilización de Mu, como también una colección de 2.500 tablillas encontradas en México, el Códice Cortesiano (libro maya que se encuentra en el Museo de Madrid, España), y el Registro Lhasa descubierto en el Tibet. Todos estos documentos se refieren a la misteriosa y lejana Mu, que hace unos 12.000 años atrás habría sido destruida por un cataclismo natural que la hundió en el Pacífico. “Este continente antiguo, este Mu misterioso y desaparecido estaría centrado en el Oceáno Pacífico, y se habría extendido desde alguna parte de la Isla de Hawai, pasando por las islas Fidji, hasta la Isla de Pascua.” (Dr. Fernando Jiménez del Oso. La Atlántida y otros Continentes Perdidos, cap. 5, vol.14, de la Biblioteca Básica de las Ciencias Ocultas. Ediciones UVE S.A., Madrid.)

Respecto de la Atlántida, es verdad que mucho se ha escrito acerca de ella y con muy diversas teorías, algunas muy alejadas en términos geográficos y especulativos de lo planteado por Platón y que por lo mismo pudieran contribuir a restarle seriedad al tema más que a posicionarlo con fuerza en los círculos académicos e intelectuales. Debemos reconocer sin embargo que el que se la pretenda ubicar -con buenos argumentos en algunos casos - en los lugares geográficos más diversos (Los Andes, Australia, La Antártida, Palestina, etc.)
a mi juicio se debe, más que a una febril imaginación de los investigadores, a las herencias culturales reconocibles de aquella civilización, principalmente a los innumerables vestigios pétreos de carácter monumental repartidos por todo el mundo, que debieran desde ya darnos una primera señal de alerta: la posible influencia extendida a nivel planetario en la época de su mayor apogeo, de una civilización en la Edad de Piedra que, entre otros impactantes adelantos tecnológicos, fue capaz de dominar el uso de la piedra como material de construcción a un nivel sobresaliente.


Anhelo que la presente entrada sea algo más que aquellos muchos y buenos escritos acerca de las míticas civilizaciones desaparecidas, y que los argumentos seleccionados y su enfoque puedan hacer reflexionar profundamente al lector -desde un nuevo punto de vista- acerca del trasfondo real de estos aparentes mitos y su posible vinculación con las primeras civilizaciones reconocidas oficialmente por la Ciencia. Por otra parte aspiro a poder demostrar fehacientemente cómo dichos argumentos encajan en el marco holístico mayor que postula la propuesta filosófica de este blog y de mi libro Fenómalos - La Quinta Esencia. Por ello, y con todo lo interesante que pudiera ser su contenido en sí mismo, aconsejo encarecidamente al lector no abordar este artículo mientras no haya revisado en orden secuencial las entradas anteriores de este mismo blog, o al menos el primer artículo de esta serie denominado "El Mundo Perdido - Parte I".

LAS CONTUNDENTES EVIDENCIAS

Muchos han sido los investigadores que han intentado descubrir la verdad detrás del mito en los relatos acerca de estas enigmáticas civilizaciones de la más remota Antigüedad, como también su ubicación geográfica, habiéndose a la fecha logrado una extensa bibliografía así como interesantes y reveladores hallazgos arqueológicos que remecen con fuerza nuestros arraigados paradigmas, a pesar de haber sido sistemáticamente descalificados por los círculos oficiales, quienes en su obstinación pasan por alto un hecho histórico irrefutable: que con tan sólo los relatos de Homero en "La Ilíada" el famoso arqueólogo aficionado Heinrich Schliemman fue capaz de descubrir la mítica Troya.

Como veremos a continuación, respecto de la Atlántida y de Mu hay muchísimo más que sólo lo mencionado en los Diálogos de Platón y en los códices mayas... No hacer nada es cerrar los ojos ante una evidencia cuya revelación aclararía las múltiples incongruencias que presenta nuestra Historia Oficial la que, por lo mismo no logra explicar satisfactoriamente una serie de misterios que se remontan a los supuestos orígenes de la Humanidad -que no encajan con el modelo evolucionista- desconcertando a la sociedad e impidiéndole entender a cabalidad su presente... y su futuro.

La Atlántida

Al referirse a la Atlántida, Platón usa la expresión griega Alêthinon Logon, que en aquellos tiempos se usaba para denominar a una “Historia Verdadera”, en contraposición al Mithos (mito) o cuento fabulado. Para su discípulo Aristóteles se trataba de una utopía alegórica, pero su opinión al respecto era una excepción pues la lista de discípulos directos e indirectos de la Academia fundada por Platón —que duró casi 900 años— que creyó que la historia era una Alêthinon Logon y no un Mithos, alcanza la mayoría.

Para comenzar, son de sumo interesantes las observaciones que hace Charpentier (Louis Charpentier, Los Gigantes y su Origen, Colección Enigmas del Universo, de Editorial Bruguera S.A. Segunda edición, noviembre 1972. Argentina), respecto de las extraordinarias coincidencias entre: a) la mitología griega sobre los nombres y los lugares geográficos en la expedición de Herakles (Hércules) para robar las manzanas de oro del Jardín de las Hespérides en las cercanías del lago Tritón, b) el relato que hace el sacerdote egipcio de Sais a Solón respecto de la batalla entre griegos y atlantes así como de los lugares geográficos de emplazamiento de la Atlántida y sus colonias, y c) la geografía y los nombres del supuesto lugar de los hechos narrados en los puntos anteriores, la actual región de Marruecos, situada en el Africa nor-occidental. Comprobémoslo:

a) El mítico héroe, hijo de Zeus, para llegar a su destino pasa por Iberia (donde enfrenta previamente a los ligures, que de hecho fueron los habitantes de todo el occidente europeo desde el Neolítico hasta la invasión de los celtas, y cuyos descendientes fueron mencionados por Juliano en su Historia de las Galias) hacia Africa, a través del istmo que existía entonces y que actualmente constituye la zona marítima del Estrecho de Gibraltar, donde debe enfrentarse con el gigante Anteo, hijo de Atlas, quien a su vez era hijo del dios del mar Poseidón.
Este gigante colgaba en el templo de Poseidón -que Atlas había levantado a orillas del Tritón (lago cuyo extremo occidental habría estado constituido por este istmo que unía Iberia con Africa)- las cabezas de los extranjeros que se atrevían a penetrar en su reino. Cuenta la mitología que tras vencer a Anteo, ahogándolo, Hércules rompe el itsmo con la fuerza de sus poderosos brazos, separando Iberia de Africa (cataclismo que seguramente coincidió con el hundimiento de la Atlántida, pues de ahí Hércules desciende según la mitología a los infiernos, donde desaparece).

b) A su vez, el sacerdote egipcio de Sais relata a Solón la guerra entre los hijos de Poseidón (los atlantes) y los hijos de Zeus (los griegos), siendo los primeros originarios de la isla Atlántida situada en el centro del “mar Atlántico”, más allá de las “columnas de Hércules” (observemos que en la época de Platón se denominaba así a los montes Calpe, del lado de Iberia, y Abyla, del lado de África, límites del estrecho de Gibraltar). Relata Platón que “... los viajeros de aquellos tiempos podían pasar desde aquella isla [la Atlántida] a otras islas y desde éstas podían alcanzar el continente en la orilla opuesta de aquél mar”. Como bien acota Charpentier, “...Platón, que lo habría revelado en alguno de sus demás escritos, no conocía ni América ni las Antillas, y Critias tampoco, sin que Platón lo hubiese sabido. Y Solón tampoco debía saberlo. Están hablando como sacerdote de Sais, que, a su vez, se basa en los archivos de su templo. Pero si estos archivos son exactos, geográficamente, respecto a las Antillas y a América, ¿por qué tenían que ser falsos respecto de la Atlántida? Además, el sacerdote recalca claramente que los atlantes habían creado colonias tanto en tierras de Europa como en las de América... ¿No son reveladores los nombres? Atlantes y Anteo, cerca del Atlas; las islas del Oeste también son las Antillas... El Atlántico es el mar de los atlantes... Todo esto no podía surgir de la imaginación de Platón.” (ibid. Pág. 28). Por otro lado, dice Charpentier “... deberíamos recordar que Neth, el dios egipcio al que estaba dedicado el templo de Sais, era asimilado por los griegos a su Diosa Atenea... Y la leyenda dice que Atenea nació a orillas del lago Tritonis.” (ibid. Pág. 34).


c) Por último podemos observar, admirados, que de un modo u otro la mitología griega y la supuesta leyenda egipcia de la Atlántida, están de acuerdo con el terreno y a miles de kilómetros de distancia. Por ejemplo, como dice el mismo autor “Las Hespérides, como su nombre indica, son las Hijas de Poniente, las hijas del extremo oeste. Son las hijas del Atlas, que es a la vez una montaña y un dios (atlante). No es forzar mucho la leyenda ver en ella los epónimos [lugares geográficos] de unas tribus del Atlas. Después de todo, aún en nuestros días, a los bereberes se les llama 'hijos del Atlas'... Como mínimo sería asombroso, aunque se tratase de una sencilla fábula griega que, los autóctonos (en este caso los bereberes de la Tingitania) hubiesen conservado, hasta transmitido a los conquistadores romanos, el recuerdo de los lugares en los que Hércules estableció su campamento, donde Anteo sucumbió y fue sepultado, y en el que se encontraba el Jardín de las Hespérides. Todo ello, leído sobre el terreno, coincide en forma precisa, con los datos de un cuento creado en todas sus piezas por gentes que lo ignoraban todo sobre la región... ¿Es posible que este Marruecos, cuyas altas montañas tienen el nombre de uno de los reyes de la mítica Atlántida y de uno de sus hijos, Anteo,... ese Marruecos cuyos habitantes se llamaban atlantes cinco siglos antes de Cristo, no hubiese sido una posición de repliegue o la última colonia de esos atlantes cuya isla existía aún en tiempos de Hércules?” (ibid. Pág. 19, 22 y 23).

Respecto de lo anterior, son ilustrativos los revolucionarios descubrimientos hechos por el afamado Albert Sloman (1925-1981), profesor de matemáticas, experto en análisis informático y participante en los programas de la NASA para el lanzamiento de los Pioneer. Apasionado investigador de la antigua civilización egipcia, al inicio de sus trabajos ya había advertido que en Marruecos los nombres de determinados lugares eran extrañamente parecidos a los usados en los textos jeroglíficos que componían el Libro de los Muertos: el Duat, Ta Mana y muchos otros que aparecen con frecuencia en dicho texto.

Después de acabados estudios independientes, Sloman llegó a la conclusión que la civilización egipcia no se había originado a orillas del Nilo sino que los ancestros de los primeros faraones procedían de Occidente, con toda probabilidad del Atlántico. Su erudita investigación nos muestra cómo los supervivientes del hundimiento de la Atlántida desembarcan en el Norte de África, y sus reyes (Osiris, Seth, Nut, Horus, etc.) en pleno conflicto interno, establecen colonias de apoyo en dicho lugar y a lo largo del Sahara, y cómo sus descendientes después de siglos de cruentas luchas y peregrinaje llegan al delta del Nilo donde fundan la que llaman Ath-Ka-Ptah (el Segundo Corazón de Dios), Egipto, y dejan grabadas mediante jeroglíficos en piedra y en papiros la historia de su antigua patria desaparecida en el Gran Cataclismo: el reino de Aha Men Ptah (el Primer Corazón de Dios).

De ahí la historia narrada posteriormente a Solón por el sacerdote egipcio de Sais, que recoge Platón en sus Diálogos. Ver un artículo completo de la obra de Sloman al respecto en el enlace "Albert Sloman y los remotos orígenes de Egipto", de María Regulo Rodríguez.

Por otro lado, las actuales investigaciones geológicas, históricas y lingüísticas han venido a corroborar el relato de Platón respecto a la civilización atlante y a la ubicación del archipiélago y su isla principal la Atlántida en el océano, “más allá de las columnas de Hércules”.

Si en las islas Azores, prácticamente al centro del Atlántico, se desciende a una profundidad de 300 a 600 metros en el entorno submarino que las rodea, se obtiene en su altiplanicie sumergida las dimensiones de una inmensa isla-continente, cuya topografía es completamente distinta de la llanura abisal del océano. Ya a los 150 metros aparecen accidentes geográficos similares a las zonas emergidas; es decir, montañas, valles, bahías, istmos, penínsulas, etc., en una extensión superior a la de Portugal. Incluso a profundidades mayores (1.500 metros) se encuentran playas de arena, las que sólo pueden formarse geológicamente a la orilla del mar.

Al respecto, atendamos a las siguientes informaciones extractadas y compendiadas del portal internet MSN durante 2001:

a) Según las Actas de la Academia Francesa de Ciencias, el geólogo francés Jacques Collina-Girard acaba de localizar la isla hundida de la Atlántida al oeste del estrecho de Gibraltar en el lugar exacto en que Platón la situó en el siglo IV a.C. "Curiosamente, nadie había tomado en serio la localización más evidente que sugieren los textos de Platón, precisamente los diálogos "Timeo" y "Critias", en los que se encuentran las primeras descripciones de la Atlántida y de su desaparición en base a relatos recogidos en Egipto”, declaró a la AFP Jacques Collina-Girard, autor de la investigación publicada en la revista de la Academia Francesa. Los trabajos de Collina-Girard, especialista de morfología marina de la Universidad de Aix-Marsella (sur de Francia) que estudia en particular los últimos 20.000 años, tenían en principio como objeto los movimientos de población entre Europa y el norte de Africa en la última era glacial.

Para comprender si los pueblos del paleolítico pudieron atravesar el estrecho, el científico hizo un mapa de lo que debía ser la costa de Europa en la época, cuando el nivel del mar era 130 metros inferior al actual. Su reconstitución reveló la existencia de un antiguo archipiélago, con una isla situada precisamente donde señalan los textos de Platón sobre la Atlántida. (Fuente: AFP. La cursiva y la negrita son de este autor).[i]

b) Estos hallazgos podrían confirmar las investigaciones y descubrimientos del destacado y polémico investigador hispano nacido en Cuba, Georgeus Díaz-Montexano, Fundador y Director de las célebres revistas "Arqueología y Enigmas de la Historia", “Arqueología Sin Fronteras", "ArqueoHistoria", "La Esfinge: Revista de Egiptología", "Canaán: Revista de Arqueología Clásica", "Atlantis: Enigmas y Misterios del Pasado", "Enigmas de las Antiguas Civilizaciones" y "Revista de Egiptología: Osiris", quién viene defendiendo en sus publicaciones y otras muy populares, desde 1996, que la Civilización Atlante de Platón no sólo era tan real como la Troya de Homero, sino que ésta debió estar en algún punto frente a las Columnas de Hércules o Estrecho de Gibraltar, tal y como afirmaba Platón. (Ver el documento "La Única Ubicación Posible de la Atlántida", resumen del libro "ATLANTIS entre Iberia y Mauritania. El Enigma de Gibraltar" de este destacado investigador).

La revisión de las traducciones convencionales de los diálogos de Platón que ha emprendido el polémico investigador hispano-cubano está deparando muchísimas sorpresas, anacronismos y grandes contradicciones con aspectos de la Historia que hasta hoy se tenían como incuestionables. Al respecto, Díaz-Montexano ha detectado en los diálogos de Platón la clara mención de elementos arqueológicos que siempre se habían tenido como invenciones de los romanos en épocas muy posteriores a los tiempos de Platón. Muchos de esos monumentos descritos por Platón se encuentran en la península ibérica aún hoy en día, la mayoría de ellos considerados o confundidos como de fabricación romana.

Georgeus ha descubierto también una clave bilingüe en los textos de Platón, que le ha permitido reconocer la posible filiación de la lengua de los atlantes dentro del grupo de las antiguas lenguas indoeuropeas, anteriores a la propia lengua griega y que hasta la fecha había pasado inadvertida por los especialistas anteriores. Sus investigaciones las ha estado complementando con expediciones cuyo objetivo ha sido la exploración de algunos puntos concretos de las aguas que van desde el Estrecho de Gibraltar, pasando por Cádiz y Huelva hasta las costas Atlánticas del África Noroccidental y la Islas de Madeira; área donde ya están apareciendo restos de ciudades sumergidas a unas profundidades coincidentes con los antiguos niveles de la costa de hace más de 7.000 años.

La teoría de la Atlántida entre Iberia y África, parece ser la más acertada pues es la que más se acerca a la descripción geográfica de Platón, y la respaldan contundentemente los descubrimientos arqueológicos y geológicos mencionados arriba.

Sin embargo esta teoría es la más antigua de todas, pues ya fue postulada desde la Edad Media y fundamentada científicamente por primera vez por el genial y lamentablemente olvidado historiador español Juan Fernández Amador de los Ríos en el año 1925 con su magnífica y erudita obra "Atlántida: Estudio arqueológico, histórico y geográfico". Sin duda alguna debería ser considerado y reivindicado como el auténtico padre de la tesis.

No obstante, hay que considerar que Georgeus Díaz-Montexano postula que la Atlántida, tal y como la describe Platón, habría sido una civilización de la edad del bronce con características propias de la época magdaleniense, y no una supercivilización tecnológica como se plantea en esta entrada. Basa sus conclusiones en el análisis del libro Diálogos de Timeo a Critias de Platón, específicamente en una palabra egipcia utilizada por Timeo al referirse a la antigüedad de la Atlántida, tal como la escuchó Solón de los sacerdotes egipcios de Sais, y que por lo tanto su antigüedad aproximada sería de 2.000 años a.C. y no 9.000 años a.C. Si bien sus investigaciones al respecto son muy acuciosas y coherentes, a juicio del autor tienen el defecto de que se basan sólo en este parámetro y en la detallada descripción que da Platón de la Atlántida en su libro, que la refleja como del tipo cretense o minoica.

La debilidad de su teoría se puede plantear, a mi juicio, en tres aspectos: 1) Que también es posible que Solón haya escuchado el vocablo egipcio que expresaba precisamente la antigüedad de 7.000 años antes de esa época (tengamos en cuenta que Solón añade que según el sacerdote egipcio, en tiempos de la Atlántida existía la verdadera Grecia, mucho más adelantada que la de su época), 2) Que Solón, Timeo o el mismo Platón hubiesen adaptado la descripción de la Atlántida a los parámetros culturales que se manejaban entonces, para hacerla acorde con los conceptos y paradigmas de su época, lo que le permitía mostrarla en términos comprensibles a sus contemporáneos, sin arriesgar además un posible desprestigio al intentar describir lo que se desconocía y frente a lo cual no se poseía un lenguaje descriptivo como el de nuestros días, y 3) las contundentes evidencias arqueológicas que muestran por toda el área geográfica influenciada por aquella civilización, restos antiquísimos que implican incluso el uso de tecnologías aún hoy no descubiertas. De ellas daremos una interesante y remecedora recopilación en el próximo artículo (EL MUNDO PERDIDO - Parte III).

En todo caso, las investigaciones de Georgeus Díaz-Montexano tienen el gran mérito de usar un planteamiento que no choca con el fuerte dogmatismo de los pontífices de la ciencia actual y puede por lo tanto interesarlos en investigar seriamente la existencia de la mítica Atlántida. Si lo logra, y se destinan recursos para su definitivo descubrimiento, lo demás vendrá por sí solo y él tendrá ganado, meritoriamente, un destacado lugar en la Historia.

Mu

Respecto de la posible existencia en el pasado de grandes porciones de tierra en el Pacífico, hoy sumergidas bajo sus aguas, que permitieran las necesarias conexiones para la navegación y contacto entre ellas hace once mil años atrás, constituyendo así las hipotéticas zonas de asentamiento o de irradiación de la mítica civilización de Mu, es interesante tomar nota de lo que divulga el investigador Charles Berlitz: “Las cadenas de montañas submarinas, algunas de las cuales se extienden de este a oeste, se elevan ocasionalmente por encima de la superficie bajo la forma de islas, tales como las Carolinas, Marianas, Marshall, Gilbert, Hawai, Aleutianas y el grupo de Melanesia. Sin embargo, si consideramos que el nivel de las aguas durante el periodo glacial era de 183 metros más bajo, algunas de estas islas, como las de Hawai, tenían que estar unidas a tierra firme. Más aún, Australia debió estar unida al sudeste asiático, y grandes extensiones del fondo del mar en Indonesia y Malasia debieron ser tierra firme por encima del nivel del mar.” (Charles Berlitz, Mensajes Enigmáticos del Pasado, pág.124. Editorial Bruguera, Colección Naranja, edición 1980. Barcelona, España.). Según su investigación, son muchas las evidencias arqueológicas y las leyendas acerca de tal imperio en el Pacífico: Ciudades de piedra, ruinas, estatuas ciclópeas, rocas esculpidas y escritos grabados, etc., en la Isla de Pascua, las islas Carolinas (Ponape y Nan Madol), Hawaii, Pitcairn, Yap, Malden, Line Islands e Islas Marquesas, etc. (ibid, pág.124 y 125).

Existen además numerosas evidencias físicas como lo son principalmente los imponentes Moai, acerca de los cuales si bien se han barajado algunas teorías razonables respecto a cómo habrían sido trasladados desde las canteras y puestos en pie, nadie ha podido explicar cómo se levantaron y colocaron posteriormente los sombreros, que son independientes, los cuales pesan un promedio de 11 toneladas cada uno. Por último están la similitud cultural y étnica de los habitantes de las islas de la Polinesia, separadas entre sí por miles de kilómetros de océano, y el descubrimiento de grandes templos, monumentos, y construcciones megalíticas ciclópeas diseminadas por el Pacífico.

También es posible que de poder descifrarse las famosas y misteriosas tablillas rongo-rongo de la Isla de Pascua, obtengamos mayor información respecto de esta enigmática civilización pre-diluviana. Las rongo-rongo son tablillas de madera grabadas con jeroglíficos, cuyo sentido permanece en el misterio.(...) No existen más que veinticinco especímenes conocidos de ellas. Sus jeroglíficos se asemejan extraordinariamente a los de Mohenjo Daro, en el valle del Indo. (Jimmy Guieu, Las Esferas de Rapa Nui. Ediciones Toray, S.A., Barcelona, 1963)


Al lector que se interese por profundizar acerca de lo que se ha escrito respecto de la civilización de Mu, lo invito a revisar el enlace Lemuria o El Continente de Mu tomado de la Biblioteca Pléyades, que lo llevará a un completo menú donde encontrará prácticamente todo lo que se ha escrito e investigado sobre este tema, aunque le aconsejo mantener un espíritu crítico que le permita filtrar lo objetivo por sobre lo subjetivo.

PRUEBAS IRREFUTABLES: Las Tecnologías Imposibles

La mejor prueba de la existencia de otra Humanidad anterior a nuestra Historia Oficial que, como se especula no tan sólo en este blog, habría alcanzado altos niveles de desarrollo tecnológico, la constituyen aquellos restos que han traspasado la barrera de los milenios y han llegado hasta nuestros días, en que algunos de ellos parecen ser absolutamente inadmisibles para aquella lejana época a menos que hayan contado con una plataforma tecnológico-industrial como mínimo semejante a la de nuestros días (y en muchos de los casos más avanzada aún), al punto de habérselas acuñado bajo el sugestivo término de "tecnologías imposibles". En la próxima entrada mostraremos las más relevantes, que en el contexto en el que las presentaré espero puedan contribuir a abrir los ojos de aquellos investigadores que, hasta la fecha, insisten en clasificar aquellas culturas como originarias de la Edad del Bronce, del tipo magdalenienses o minoicas, con una antigüedad no más allá de 2.500 años a.C.

No se la pierdan.



  



[i] Posteriormente, científicos españoles hallaron extrañas formaciones en forma de "canales" bajo las aguas del Golfo Atlántico, entre Gibraltar y Cádiz, cuyas características y orientaciones recuerdan a las descritas por Platón en su narración, quien ubicaba a la Isla Atlántida, precisamente, frente a Gibraltar, entre la región de Gades y el Atlas. Durante el desarrollo de diversas campañas océanograficas los científicos españoles cubrieron una gran parte del Golfo de Cádiz utilizando métodos sísmicos de reflexión de media penetración. También se dispuso de una batimetría y modelos digitales de elevación obtenidos con sonda multihaz, con los que se observaron unos marcados canales de gran longitud de trazado curvilíneo, cuya dirección varía de SE-NO a E-O y NE-SO. También se detectaron una serie de valles y barrancos alrededor de estos "canales". Aunque los geólogos creen que son formaciones naturales realizadas por la acción de las corrientes submarinas, estos "canales" se hallan, sin embargo, en la misma zona donde Platón ubicara la acrópolis de la Atlántida y los numerosos canales que la rodeaban.
  

BIBLIOGRAFÍA RECOMENDADA

  • Atienza, Juan G. (1978). Los Supervivientes de la Atlántida. Colección FF Fontana Fantástica. Ediciones Martínez Roca S.A., Barcelona, España.
  • Barceló, Carlos (1998). La Atlántida, Colección Enigmas de la Historia. Edimat Libros S.A., Madrid, España.
  • Berlitz, Charles (1980). Mensajes Enigmáticos del Pasado. Colección Naranja. Editorial Bruguera, Barcelona, España.

ENLACES RECOMENDADOS


VIDEO RECOMENDADO:

La Atlántida según Platón: El presente video es la descripción textual de la Atlántida que hace Platón en los “Diálogos de Timeo y Critias”.
Se podrá apreciar que, según los propios diálogos, la descripción no la hace Platón sino Critias. De hecho, Platón no opina en ninguno de los dos diálogos mencionados:


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OBSERVACIÓN: Esta serie de artículos están basados o forman parte del libro escrito recientemente por el autor, denominado “Fenómalos – La Quinta Esencia”, publicado por Editorial Trafford (ISBN 1-4251-1232-3, por Trafford Publishing, Canada). Las imágenes y videos han sido tomadas directamente de la web, y sólo para efectos de ilustración del texto. De haber alguna de ellos con derechos de autor agradeceré comunicármelo para retirarlas de esta entrada.

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